“Espero la muerte con mucha simpatía y un cierto apetito”, reconocía Stéphane Hessel hace dos años, durante el acto de presentación de Mi baile con el siglo, sus memorias en español. La había esquivado varias veces con trucos de suplantación y unas excepcionales ganas de plantarle cara a la vida, pero el encuentro con la dama de la guadaña le ha llegado finalmente. A los 95 años, monsieur Hessel ha dejado huérfana a la Declaración de los Derechos Humanos.
Los más jóvenes conocieron a este pensador berlinés gracias a Indignaos, un pequeño libreto de 32 páginas que se despacha en las librerías por tres euros. Su precio, casi testimonial, y el creciente hastío popular han favorecido que el ensayo pase de mano en mano hasta alcanzar los cuatro millones de ejemplares vendidos en un centenar de países. Este tsunami comercial convierte en una de las obras más influyentes de su tiempo. “Es posible que contenga un mensaje epidérmico, sin grandes estudios que lo sustenten, pero supo captar con perspicacia y sensibilidad el sentimiento de indignación de la población”, considera Juan Torres, miembro del Consejo Científico de Attac España, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla y uno de los coautores de Reacciona (2011), un volumen que siguió la senda de la obra de Hessel y buscó profundizar en su mensaje. “La gente descubrió con él que su sensación de estafa era comunitaria y encontraron argumentos en sus líneas para defender las protestas”, añade.
Lideró el movimiento ciudadano Roosevelt 2012, una alternativa política a los partidos tradicionales
Su incitación a la rebeldía pacífica contra el despotismo de los mercados y la liquidación del Estado del Bienestar le sirvió de palanca para liderar el movimiento ciudadano Roosevelt 2012, una plataforma política con cerca de 100.000 simpatizantes que se presenta como alternativa política a los partidos tradicionales. Hessel expuso que las formaciones tradicionales ya no sirven para buscar el bien común y trató de explorar nuevas formas de gestión política desde la ciudadanía.
Esta iniciativa inspiró al movimiento 15-M, que tomó varias explanadas y glorietas de las ciudades para reivindicar una toma simbólica del espacio público. Los pobladores de la madrileña plaza de Sol no tardaron en enfrentarse a duras críticas, como las que les dedicó el escritor Fernando Sánchez Dragó, quien comparó el movimiento con Hitler, Mussolini y Franco. Su ideólogo tampoco quedó libre de sus dardos. “Ya que el tonto ese de Hessel ha publicado ¡Indignaos!, un insulto a la inteligencia donde no dice nada, y además el tío se está forrando, yo estoy a punto de escribir dos libros iguales de 28 páginas que se llamarán: ¡Resignados¡ y ¡Divertidos!“, dijo con sorna.
Àngels Martínez Castells, otra de las coautoras de Reacciona y doctora en Ciencias Económicas, se revuelve ante este juicio de valor. “Los que infravaloran el legado de Hessel son mediocres e injustos. No saben reconocer el valor que puede tener un panfleto. Él reivindicó este género y le devolvió su valor histórico al hacer un oportuno llamamiento a la sociedad para que se levantase y defendiese su dignidad. Su propia vida le basta y sobra como argumento de autoridad”, sentencia.
Una vida de novela
En efecto, aunque las nuevas generaciones ignoren el pasado de su maestro, Hessel atesoraba una existencia propia de un personaje de novela. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, el escritor se alista en la Resistencia y se suma, en Londres, al equipo del general De Gaulle. Los nazis lo detienen en territorio francés y lo deportan al campo de exterminio de Buchenwald, donde trata, una y otra vez, de escapar, como detalla Le Monde Diplomatique. Uno de esos intentos de evasión acaba en captura y le cuesta la condena a la horca. El día de la ejecución, coincide con su cumpleaños y renace al lograr usurpar la identidad de un muerto. Una vez fuera de allí, se une a la lucha por la liberación de Francia e inspirado en los principios del Consejo Nacional de la Resistencia, clama por una democracia social, la nacionalización de los sectores energéticos, de las compañías de seguros, de la banca y la creación de la Seguridad Social. Tras obtener la victoria, De Gaulle paga sus servicios con un prometedor destino en Nueva York. Allí, engrosa las filas de la ONU y, con 28 años, participa en la elaboración y redacción de la Declaración de los Derechos Humanos, uno de los documentos más trascendentales de los últimos seis decenios.
Logró escapar a la horca en un campo de exterminio nazi tras usurpar la identidad de un muerto
“Fue un luchador y un visionario. Y lo fue todos y cada uno de sus años. Vivió intensa y solidariamente, y cuando la mayoría de las personas solo piensa en descansar, ver la televisión o jugar a la petanca, Hessel señaló el camino a quienes estábamos, estamos, indignados por la situación social, política y económica. Y todo lo hizo desde la humildad, sin perder la sonrisa, con una vitalidad inagotable y un deseo constante: defender a los más humildes y acabar con la desigualdad social. Un héroe”, concluye Javier Perez de Albeniz, un periodista que ha trabajado en El País, RNE, El Mundo o Soitu y que también firma Reacciona.
La tónica general del mensaje de este pensador fue el optimismo. “Hay elementos de esperanza. Las cosas no son tan homogéneas como pudiéramos temer. En todos nuestros países hay indignados, y esos indignados son favorables a una nueva economía, a una nueva manera de plantear los problemas. Hay ejemplos alentadores. Es muy importante no quedarse sólo en la catástrofe posible, sino ver también el inicio de una mejora real sobre la que se puede fundar una nueva esperanza”, manifestaba hace un año a La Vanguardia. “Los ciudadanos deben ser alentados a utilizar su poder, que puede ser decisivo para devolver a los gobiernos la capacidad de resistir a las fuerzas económicas y financieras”, añadía.
Martínez Castells: “Los que infravaloran el legado de Hessel son mediocres e injustos”
Mercedes Pardo Buendía, profesora de Sociología del Medioambiente de la Universidad Carlos III de Madrid, rememora esta sentencia y defiende que la piedra angular de su filosofía se basa en la responsabilidad social. “Hessel no se esconde en el deber exclusivo de los partidos, gobiernos u otros actores sociales. Proclama que la carga debe ser compartida también individualmente. Cada uno de nosotros tiene la obligación de indignarse y de luchar, al nivel que corresponda y colectivamente”, apunta. Así mismo, Buendía destaca la importancia simbólica de su figura. “El liderazgo carismático es importante para movilizar a las sociedades, y él lo ha conseguido. Ha conectado con una base social de indignación, particularmente de los jóvenes, que ha sido una chispa que ha encendido todo un movimiento social de no resignación, de indignación y de lucha”, agrega.
Todavía es pronto para saber si su libro ha dejado una semilla duradera o si se trata de un fenómeno mediático que tiene los días contados. En cualquier caso, algunos filósofos se conforman con la lección de historia que ha impartido magistralmente. “Indignaos es un grito de otra época, el de un testigo de la barbarie que no entiende qué hicimos con el mundo, pero que está seguro de que la rebelión contra el poder siempre es legítima en una situación de abusos impunes y continuados”, interpreta Joaquin Fortanet, profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza. “Hessel intentó comunicarse con otras generaciones muy alejadas y su voz les llegó. Su mensaje no respondía a las reivindicaciones y a la complejidad del presente, pero caló profundamente su gesto, su ejemplo, su indocilidad”, expone.
“La obra apareció representando el gesto de un intelectual que vio cómo la historia se le deshacía entre las manos, que los nuevos rostros del poder representaban nuevas e inusitadas amenazas y que existía la necesidad y la urgencia de levantarse, de dejar de mostrarse sumisos. Hessel se alineaba con los nuevos movimientos de reivindicación y su muerte nos priva de ese ejemplo moral privilegiado: el de un superviviente de la barbarie nazi que clama contra el orden mundial actual. Su muerte nos provoca la tristeza, la inquietud y la desazón de pensar que, quizás, al contrario que él, estemos aceptando demasiadas cosas”, remata Fortanet.
Original en zoomnews