La economía verde será el gran tema de la próxima Cumbre de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Río+20, que se celebrará del 20-22 de junio en Río de Janeiro. Vale la pena saber qué significa y qué se decide en la misma porque afecta nuestro territorio, nuestra salud y nuestra calidad de vida. En el blog de Dempeus se habló del tema, y hace unos días, y también aquí, a propósito de este enorme despropósito que es Eurovegas. Hoy insisto en el tema com argumentos de Leonardo Boff y Esther Vivas. Dada la sintonía de base, sugiero algunos pasajes de ambos autores y dejo los enlaces para que puedan profundizar quienes tengan interés en hacerlo, que espero sean muchas personas:
(De Boff,en tercera información): “El documento cero de la ONU para la Río +20 todavía es rehén del viejo paradigma de la dominación de la naturaleza para extraer de ella los mayores beneficios posibles para los negocios y para el mercado. A través de él -y en él- el ser humano busca sus medios de vida y subsistencia. La economía verde radicaliza esta tendencia, pues como escribió el diplomático y ecologista boliviano Pablo Solón «busca no sólo mercantilizar la madera de la selva sino también su capacidad de absorción de dióxido de carbono». Todo esto puede transformarse en bonos negociables por el mercado y por los bancos. De esta manera el texto se revela definitivamente antropocéntrico, como si todo se destinase al uso exclusivo de los humanos y la Tierra los hubiese creado solo a ellos y no a otros seres vivos que exigen también la sostenibilidad de las condiciones ecológicas para su permanencia en este planeta.
En resumen: \”el futuro que queremos\”, lema central del documento de la ONU, no es otra cosa que la prolongación del presente. Éste se presenta amenazador y niega un futuro de esperanza. En un contexto como este, no avanzar es retroceder y cerrar las puertas a lo nuevo.
Hay además un agravante: todo el texto gira en torno a la economía. La pintemos de verde o de marrón, ella guarda siempre su lógica interna que se formula en esta pregunta: ¿cuánto puedo ganar en el menor tiempo, con la menor inversión posible, manteniendo una fuerte competitividad? (…) Como alternativa a esta economía de devastación, si queremos tener futuro, necesitamos oponerle otro paradigma de economía de preservación, conservación y sostenimiento de toda la vida. Necesitamos producir, sí, pero a partir de los bienes y servicios que la naturaleza nos ofrece gratuitamente, respetando el alcance y los límites de cada biorregión, distribuyendo con equidad los frutos alcanzados, pensando en los derechos de las generaciones futuras y en los demás seres de la comunidad de vida. Ella adquiere hoy cuerpo a través de la economía biocentrada, solidaria, agroecológica, familiar y orgánica. En ella cada comunidad busca garantizar su soberanía alimentaria: Produce lo que consume, articulando a productores y consumidores en una verdadera democracia alimentaria (…) Sería muy positivo rescatar también la Estocolmo+40 (donde) el foco central no era el desarrollo sino el cuidado y la responsabilidad colectiva por todo lo que nos rodea y que está en acelerado proceso de degradación, afectando a todos y especialmente a los países pobres. Era una perspectiva humanística y generosa, que se perdió con la carpeta cerrada del desarrollo sostenible y, ahora, con la economía verde.”
(Y de Esther Vivas, en Publico, con el título: “Cuando la economía y el capitalismo se tiñen de verde): “Lo verde vende.(…) Y es que la nueva ofensiva del capitalismo global por privatizar y mercantilizar masivamente los bienes comunes tiene en la economía verde a su máximo exponente. Justamente en un contexto de crisis económica como el actual, una de las estrategias del capital para recuperar la tasa de ganancia consiste en privatizar los ecosistemas y convertir “lo vivo” en mercancía. (…) Asistimos a una crisis ecológica sin precedentes, que amenaza el futuro de la especie y de la vida en el planeta, y que tiene un papel central en la crisis de civilización que enfrentamos.
Una crisis medioambiental que evidencia la incapacidad del sistema capitalista para sacarnos del “callejón sin salida” a la que su lógica del crecimiento sin límites, del beneficio a corto plazo, del consumismo compulsivo… nos ha conducido. Y esta incapacidad para dar una “salida” real, la hemos visto claramente tras las fallidas cumbres del clima de Copenhague (2009), Cancún (2010), Durban (2011) o en la cumbre sobre biodiversidad en Nagoya (Japón en 2010), etc., donde se han acabado anteponiendo intereses políticos y económicos particulares a las necesidades colectivas de la gente y al futuro del planeta. En dichas cumbres se han planteado falsas soluciones al cambio climático, soluciones tecnológicas, desde nucleares, pasando por los agrocombustibles hasta la captura y almacenamiento de CO2 bajo tierra, entre otras. Medidas que intentan esconder las causas estructurales que nos han conducido a la crisis ecológica actual, que buscan hacer negocio con la misma y que no harán sino agudizarla.
Los vínculos estrechos entre aquellos que ostentan el poder político y el económico explican esta falta de voluntad para dar una respuesta efectiva. Las políticas no son neutrales. Una solución real implicaría un cambio radical en el actual modelo de producción, distribución y consumo, enfrentarse a la lógica productivista del capital (…) La economía verde sólo buscar hacer negocio con la naturaleza y la vida. Se trata de la neocolonización de los recursos naturales, aquellos que aún no están privatizados, y busca transformarlos en mercancías de compra y venta. Sus promotores son, precisamente, aquellos que nos han conducido a la situación de crisis en la que nos encontramos: grandes empresas transnacionales, con el apoyo activo de gobiernos e instituciones internacionales. Aquellas compañías que monopolizan el mercado de la energía (Exxon, BP, Chevron, Shell, Total), de la agroindustria (Unilever, Cargill, DuPont, Monsanto, Procter&Gamble), de las farmacéuticas (Roche, Merck), de la química (Dow, DuPont, BASF) son las principales impulsoras de la economía verde.
Asistimos a un nuevo ataque a los bienes comunes donde quienes salimos perdiendo somos el 99% y nuestro planeta. Y especialmente comunidades indígenas y campesinas del Sur global, cuidadoras de dichos ecosistemas, quienes serán expropiadas y expulsadas de sus territorios en beneficio de las empresas transnacionales que buscan hacer negocio con los mismos. Con la cumbre de Río+20 se busca crear, lo que podríamos llamar, “una nueva gobernanza medioambiental internacional” que consolide la mercantilización de la naturaleza y que permita un mayor control oligopólico de los recursos naturales. En definitiva, despejar el camino a las empresas transnacionales para apropiarse de los recursos naturales, legitimando unas prácticas de robo y usurpación. La respuesta está en nuestras manos: decir “no” y desenmascarar a un capitalismo y a una economía que se tiñe de verde.”