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Ya sólo faltaba la OCDE: Demasiados retrocesos

el-roto-EpC La OCDE acaba de publicar una de sus estadísticas sobre el infranivel educativo de los españoles (en este caso, adultos) y Rosa M. Artal lo ha comentado con tanta acidez como acierto en su Periscopio. Las pruebas que aporta son abundantes, centradas sobre todo en los medios, pero quisiera añadir alguna más, derivada de la expulsión de la filosofía y la historia de los curriculums escolares, y que sólo puede empeorar nuestro futuro. Josep Fontana, en más de una ocasión, ha recordado que cuando un periodista preguntó a don Ramón Carande, maestro de historiadores: “Don Ramón, resúmame usted la Historia de España en dos palabras”. La respuesta de Carande no se hizo esperar: “Demasiados retrocesos”.

Estos retrocesos (con oportunos vaivenes) van a seguir porque tienen el terreno abonado en la anemia intelectual de la ciudadanía, lo cual la convierte en presa fácil para la manipulación y las emociones cuidadosamente provocadas que se imponen a los razonamientos. Basta con apelar a las “tradiciones” de tiempos tan irracionales como ágrafos para conseguir que se destinen dineros que podrían financiar la sanidad y educación al llamado arte de los toros. Pero no sólo, naturalmente, aunque es un buen ejemplo gráfico para ilustrar lo que parece pueden ser este nuevo “cuatrienio ominoso” que nos toca vivir bajo Mariano Rajoy (el compostelano) y su cuadrilla.

Escribía Fontana que nos encontramos de nuevo en pleno retroceso en libertades y derechos de los ciudadanos: la reforma laboral, la pretensión de limitar el derecho de huelga, los ataques a los sindicatos, los recortes en los servicios públicos de sanidad y educación, la voluntad de interferir en los contenidos de la enseñanza, y coartar los derechos de las mujeres, no auguran nada bueno para la formación de las nuevas generaciones: sus efectos van a ser de larga duración y difícilmente recuperables.

Pues bien, súmense a los destrozos de los recortes, los privilegios a las magias y religiones y el retroceso en la enseñanza mixta al precario substrato de la formación que hoy nos descubre la OCDE. Y las generaciones más jóvenes no podrán mejorar con las medidas Wert el nivel medio de sus antecesores porque los jóvenes investigadores capaces de subir el listón escapan a países donde se valora y recompensa el trabajo intelectual. El retroceso de España, de hecho, ya está a la vista: los medios de comunicación privilegiados, que responden a los intereses de la derecha en nombre de sus propietarios nada pasivos a la hora de defender su ideología y sus intereses, se ocupan ahora de un revisionismo histórico (escasamente documentado según Fontana, si es que había que apoyar la frase) que ante la caída de caretas franquistas de algunos elementos del PP, ha vuelto a descubrir el “terror rojo”, y silencian la mucha y buena investigación que se ha realizado en estos años acerca de la represión franquista. Y Catalunya no se salva. Para nada. Porque cuando este Gobierno de derechas de CIU apoyado por ERC cerró el céntrico local que ocupaba el Memorial Democràtic para erradicarlo a lo más alto de la montaña de Montjuïc, también anunció su intención de que la institución se encargue de conmemorar a los “caídos por Dios y por España” (como si estos no hubiesen sido ya suficientemente conmemorados durante cerca de 40 años, Fontana dixit).

Por todo ello (y más que me callo) me parece mucho más grave que no saber leer el recibo de la luz (un arcano al que sólo pueden acceder las iluminadas sibilas) es no saber entender ni aprender nuestra historia, porque con ello se cronifica un analfabetismo funcional de ciudadanía, que puede dejarnos hundidos demasiado tiempo en el pozo de la servidumbre, faltos de oxígeno para reaccionar… y por tanto, seguir vivos.

Concluyo con la advertencia de Fontana, ligeramente modificada, con la que nos recuerda que en los tiempos más duros del franquismo Jaime Gil de Biedma publicó en un folleto clandestino unos versos memorables: “De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal”. Pero incluso entonces el poeta expresaba su esperanza de que pudieran un día cambiar las cosas para hacer del hombre “el dueño de su historia”. Pues bien, sólo luchando día a día, desde la dignidad, por una vida más humana que implica una enseñanza de calidad universal y crítica, que distinga adiestramiento de cultura y forme a la juventud en la ciudadanía, podremos ir ganando terreno a los retrocesos de las cavernas y recobrar el control de nuestra historia.

 
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Publicat per a 8 Octubre 2013 in Ciutadania/Política

 

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Manuel Menor: la clase A y la Caja B

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En el colegio, no era lo mismo ser de una clase que de otra. La secuencia alfabética ocultaba la clasificación del alumnado: los del grupo B mostraban dificultades para el aprendizaje y solían ser más torpes en algunas de las cualidades que más estimaba  el profesorado dirigente del centro de estudios. Me temo que desde los años cincuenta hasta hoy, esta pauta etnográfica sigue vigente, sin que –salvo muy honrosas y escasas excepciones- se haga nada –o casi nada- para suplir las diferencias. A lo largo de mi vida docente, pero especialmente en los últimos cursos, he visto de manera creciente cómo esta selección cualitativa seguía ahí: muchas veces he tenido que atender a grupos B, un año incluso con la explícita función –que las actas de algún claustro podrían corroborar- de evitar problemas al “buen orden del centro”: aquel curso, la policía venía cada dos por tres a preguntar por algún alumno (en un centro situado al lado del parque del Retiro). En el momento actual, con tanto recorte en la organización interna, esta diferencia es ahora mismo manifiestamente observable: no es éste un asunto de “caja negra”, invisible o difícilmente asequible a la mirada de cuantos se ocupan y preocupan por nuestro sistema educativo, dual por constitución.
 
En la vida real –como en el colegio-, los de la clase A no sólo han interiorizado la clasificación, sino que se han creído naturalmente diferentes y ejercen como tales. A esto conduce la vieja –y probablemente también la nueva- selección temprana de la calidad  y excelencia estudiantil que algunas políticas educativas propugnan. Han considerado, incluso, que los de clase B eran indignos de verse como sus iguales y que tan sólo contaban como carne de cañón, abobada, entretenida, manipulable, laboralmente reformable hasta la nada, ninguneable, capaz de votar cada cuatro años religiosamente, pero indefensa para entender cuál era su función social más allá de servirles de excusa y pretexto para sus propios enjuagues. Ellos, sin embargo, son de hecho los que, con su trabajo –aunque sea hoy escaso- han aportado y aportan los recursos para que –sin su consentimiento ni conocimiento- se constituyan las bolsas o cajas B que acabarán volando al extranjero, a Suiza o a otros paraísos fiscales, a cuentas secretas de los miembros de la clase A. Es curioso que la cotidianidad última de que nos vienen hablando los periódicos especialmente estos días -y más particularmente el pasado 28 de enero- repita de nuevo, inalterada, la constatación que, de pequeños, nos hicieron interiorizar de manera casi inconsciente: siempre hay clases. Lo que no habíamos visto todavía es que los elitistas de clase A, además, se hubieran acostumbrado al latrocinio descarado como forma institucional de existencia: después de haber sido mejor tratados, considerados y alabados –han estudiado en mejores colegios y mejores carreras, han copado mejores puestos y casi todos los consejos de administración-, no se han contentado con limitar, recortar, disminuir las prestaciones que los de la clase B habían logrado, sino que, además, han considerado imprescindible ampliar el libre mercado  de sus beneficios acopiando una buena parte de la riqueza amasada en la gestión de lo que es de todos, retirándolo del control del fisco y llevándoselo para confirmar inalterable o acrecer la asimetría de su selecto orden exclusivo.
 
compi-pupitreLas cajas B cumplen, de este modo, una clara función social: dejar que todo siga en la desigualdad natural en que nacimos; que prosiga y aumente, incluso. Véase, además, cómo la amnistía fiscal viene a confirmar esta teoría, según la cual el esfuerzo y trabajo honrado de toda una vida no vale nada ante la suerte que tiene el que es “listo”, “espabilado” y “emprendedor” o cacique, sin otra moral que la de la ganancia fácil: la pela es la pela y no tiene más regla que la de no arredrarse ante la posibilidad de acrecentarse… La otra función que cumplen, y que no nos habían enseñado explícitamente –pues lo que nos cuentan es muy distinto- , es la de proporcionarnos, de facto, magnífica información acerca de los objetivos que pretende el nuevo currículum de la LOMCE. Esa es la razón, por ejemplo, de la supresión de asignaturas o campos cognitivos que pudieran interferir con el resultado pretendido. Asumir una “Educación para la Ciudadanía –en sus inicios de los años ochenta conocida como “Educación para la Convivencia”- donde se pudiera poner en cuestión lo que dice la legislación, las carencias que tenga, su contraste con la legislación internacional más desarrollada respecto a derechos y libertades ciudadanas, y con lo que diariamente suceda -para ver las carencias o desnudeces que tuviéramos-, podría resultar arriesgado: mejor edulcorarla o suprimirla. Mejor también fortalecer unas sesiones de catequesis en el sentido más rancio del catolicismo histórico: con nada de liberación y con mucho de sumisión, como en los tiempos decimonónicos anteriores a la Rerum novarum de León XIII, cuando toda expectativa de mejora –socioeconómica, cultural y social- era encomendada al más allá…; para eso era el meritorio sufrimiento ante las durezas providenciales que el orden constituido proporcionaba a la Clase B. El Jesús que ahora predica la Conferencia Episcopal de Rouco Varela no sabe nada de la expulsión de los mercaderes del templo y sí mucho de la etérea evasión espiritual que suscita el vivir en este valle de lágrimas: una especie de  suerte que redundará en confirmar que no hay mal que por bien no venga.
 
Lo que es difícil de soslayar en las noticias que nos inundan últimamente es el modelo. Esos egregios representantes de la gestión política en versión Clase A –descendientes en el mejor de los casos de quienes en los años cincuenta iban “en berlina”, la sección de los autobuses mejor acondicionada- y que ahora van en bussines o en clase preferente  cuando viajan, y disponen de múltiples otros privilegios consentidos, descubrimos ahora palmariamente que abusan de su posición encomendada. Hasta han llegado a utilizar con plena normalidad durante años, no sólo a la Clase B, sino también cajas B para evadir lo que es de todos –previamente trasvasado a su circuito privado y privativo. Éllos constituyen el modelo de estudiante que adelantaba la LOMCE cuando planteaba objetivos de “mejora” sistémica. Aquel prólogo tan ilustrativo en que se absolutizaba la “competencia” y la “excelencia” educativas –simbiotizando simplonamente ambas cualidades esencialistas-, apenas ha sido corregido en el último borrador. Estas modificaciones suenan, además a falsas: recogen aspectos muy manidos de la “educación integral”, como quien recoge un tópico sin saber muy bien qué significa o a qué compromete. Véase, si no, cómo se sostiene una drástica reducción de las materias de carácter humanístico -como si de algo meramente distractivo y, por tanto, despreciable y soslayable se tratara, en aras de lo principal, que sigue intacto. Y obsérvese, también, cómo se mantiene el esquema ampliado de reválidas selectivas –una obsesiva vuelta de tuerca reiterativa hacia los tiempos anteriores a la Ley General de 1970- , que confirme oficialmente que la naturaleza no nos ha hecho a todos iguales: unos somos de Clase A y otros de Clase B, lo que  ayudará, además, a que haya otras subclases o grupos bien diferenciados: si la naturaleza manda –viene a decirnos este proyecto glorioso-, la política educativa debe apoyarla, no modificarla como pretenden las pedagogías de la diversificación o cuantos propugnen una escuela pública con dignidad. Lo que digan los expertos del llamado Foro de Sevilla y cuantos hayan apoyado su reciente Manifiesto por otra política educativa (Madrid, Morata, 2013), riega fuera de tiesto: nada que ver con la sofisticada radicalidad wertiana.
 
Lo que nuestros profesores explican con delectación es la ejemplaridad de nuestros queridos conciudadanos de Clase A y enseñarles –a los jóvenes estudiantes- a lucrarse lo más posible, como tan modélicos seres, de las circunstancias volubles que la vida les ponga por delante. ¿Cómo, además, podríamos restitituir el preciado lugar social que otrora tuvieron algunas virtudes sociales y que los libros de buena educación pregonaban condignamente? Donde estén la caridad, la beneficencia y la filantropía solidarias, estorba cuanto tenga que ver con la justicia distributiva y sus peculiares exigencias de impuestos progresivos… Caigan todos en la cuenta de que es un gran adelanto poder revivir en pleno siglo XXI las características de vida agradecida que siempre tuvieron que llevar los de Clase B, entretenidos desde el neolítico con poder tener un mal trabajo, en condiciones miserables o esclavistas, a diferencia de muchos otros que no tenían absolutamente nada, ni eso. Vean, por otro lado, que están ante una coyuntura reformista que en este momento difícil tiene un alto valor educativo: fomentar el apartamiento de cualquier veleidad favorable a la lectura crítica, y que  todo propicie el significativo aprendizaje de las maneras mejores del servilismo.
 
Todas las menudencias de las Cajas B son, pues,  dignas de encomio. Es más: hemos de dar gracias a los responsables del Ministerio de Educación actual –y a quienes les secundan desde las comunidades autónomas de orientación más moderna- por desdecir nuestros torpes empeños de estos años pasados y, sobre todo, por iluminar las vidas futuras de nuestros hijos e hijas: sus designios sintonizan coherentemente con lo que nuestros próceres más excelsos nos enseñan con humildad ejemplar –tanta que rehuyen mostrárnosla palmariamente. Conscientes de esta conjunción tan lograda, no hemos de desconfiar de que el sistema educativo vaya a alterar lo más mínimo lo que el nacimiento nos ha regalado o que vaya a propalar lo que algunos moralistas y profesores de ética pregonaron como inmoral, indecente e, incluso, como tiránico. Más vale así, sin contradicciones por fin:  cada pájaro en su nido y que cada palo aguante su vela –sin restricciones mentales, objeciones abstrusas ni “radicales envidias igualitarias”. Esto es lo que hay: paciencia y resignación, si eres Clase B; privilegio e impunidad si puedes usar la Caja B para medrar como Clase A.  Y “amén”, que –con mayoría absoluta- quiere decir: así sea.

 
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Publicat per a 3 febrer 2013 in Igualtat, Serveis Públics

 

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En defensa de la juventud: aportaciones al #14N

Con mi agradecimiento a Pío Maceda y los compañeros de la Federación de Enseñanza de CCOO, la entrevista publicada en TE, suplemento Madrid:

(texto completo…)

ENTREVISTA
Ángels Martínez i Castells / Economista

“Sólo podremos ofrecer un mejor futuro a la juventud en una sociedad más justa, con mayor equidad”

Pío Maceda / M. S.

En su participación en el Fórum de la Enseñanza de CCOO ha citado a Josep Fontana señalando que, al contrario de lo que ocurrió con la crisis de 1968, en la que el sistema pudo integrar a los descontentos, en ésta ocasión no tiene esa capacidad.

En efecto. Josep Fontana es un pensador de referencia, no sólo porque conviene siempre analizar lo que sucede en perspectiva histórica -y en eso Fontana es un maestro- sino porque también su honestidad intelectual y su lucidez me parecen envidiables. Creo que puedo apoyarme en sus palabras para explicar cómo la “igualdad de oportunidades” -que implica naturalmente movilidad social ascendente- no existe en España porque las políticas de redistribución de la renta que deberían asegurar su financiación tienen, de hecho, carácter regresivo. Y el desmantelamiento de los servicios públicos atenta seriamente contra la cohesión social y unas posibilidades de convivencia amables.

También sostiene que, a diferencia de los años 60, movimientos de protesta como el 15-M han venido para quedarse.

Los movimientos y organizaciones de protesta y propuesta en sentido contrario a las imposiciones de los poderosos, por suerte, no han desparecido desde que el mundo es mundo. En tiempos recientes, y en algunos casos, pudieron infectarse de lo que Samir Amin llama “virus neoliberal”, pero si no existieran esta sociedad carecería totalmente de defensas. Lo mejor del 15-M, a mi entender, es su frescura y osadía, que cuestiona todo lo cuestionable, y que ha removido de forma muy positiva el lenguaje, desterrando formas muy caducas y “pro-formas” que no llegaban a las personas. Y ha demostrado, hasta donde las fuerzas alcanzan, que si se quiere, se puede.

¿Tienen esa misma tendencia protagonizadas por los distintos sectores afectados por los recortes, las
denominadas marea verde, blanca, negra, naranja…?


Si todas las “mareas” multicolores confluyen un paso más allá de los recortes, uniendo la defensa de los derechos de ciudadanía con los derechos laborales, en la defensa de un modelo con mayor equidad y menos precariedad, miedo y desigualdades, el vuelco que puede dar esta sociedad puede ser de 180 grados. Y está en nuestras manos, depende de nuestra lucidez, poderlo conseguir.

¿Cree que la opinión pública puede liberarse del dominio de los medios de comunicación conservadores para que podamos conseguir la hegemonía de un modelo de desarrollo alternativo?

Buena parte de la gente -joven y no tan joven- que quiere informarse ya se está liberando de la hegemonía de los medios conservadores con los diarios digitales, algunos blogs de referencia y los instrumentos alternativos de que disponemos. También algunas emisoras de radio alternativas e incluso algunos programas en los medios “establecidos” están consiguiendo disputar audiencias con contenidos que nada tienen que ver con la ideología neo-con oficial.

Y creo que libros como Reacciona y Actúa pueden ayudar a suministrar argumentos y construir alternativas… Pero la hegemonía es una palabra muy seria y parece difícil que de momento se pueda hacer algo más que irla erosionando, y esto a costa de nuevas represiones hacia los periodistas y los medios -por ejemplo, Cafeambllet en Catalunya- que destapan la corrupción del sistema.

¿Es Eurovegas un buen ejemplo de lo que no es buscar un desarrollo sostenible y social?

Desde el enfoque más limitado, el “estilo de vida” que nos propone Eurovegas lo es todo menos sostenible y saludable desde el punto de vista social. La propuesta de una sociedad donde se fomenta el consumo de alcohol, donde se abre un paréntesis legal a la prohibición del consumo de tabaco en lugares públicos, donde se estimulan las conductas adictivas -y en la que la menor de ellas sería al juego- incluso a menores de 18 años, donde no se sabe cuando es de día ni de noche –pretendiendo engañar nuestro reloj biológico con luces artificiales permanentes que quieren hacernos olvidar nuestro cansancio y la necesidad de descansar- es una propuesta enferma. La falta de pautas saludables de vida se acompaña con la ausencia de legislación laboral a la que el personal asalariado pueda acogerse.

Pero además, las propuestas tipo Eurovegas, como es bien conocido, significan un campo abonado para las mafias que sólo se atienen a sus propias leyes asociales, y para la trata de personas, en especial mujeres. Prostitución y neo-esclavitud están en las antípodas de un modelo de desarrollo sostenible y social. La propuesta de creación de “paraísos del juego” que en realidad sólo lo son para la fiscalidad, y en los que todo es mentira, incluso el azar -la banca siempre gana, y en más de un sentidose cobra su peaje en vidas humanas. Los enclaves como Eurovegas no funcionan ni siquiera en su lugar de origen. Según estudios realizados en los Estados Unidos, Las Vegas es la cuarta ciudad más estresante de aquel país, y el riesgo de suicidio entre sus habitantes es un 50% mayor que en cualquier otro lugar. Y podría darle más argumentos todavía…

Los recortes de salarios y pensiones, el copago, la subida del IVA, de las tasas, son medidas destinadas en gran parte a pagar los 1,3 billones de euros que deben las grandes empresas, especialmente de la construcción, ¿Es en este contexto que ha hablado en su ponencia de “guerra contra la ciudadanía”?


Algunos políticos -entre ellos, Boi Ruiz, el consejero de salud de Catalunya- pretenden justificar los recortes diciendo que estamos en una “economía de guerra”. Al utilizar esta expresión, pretenden ocultar el impacto de clase y de género de los recortes. Se trata de una justificación fraudulenta que quiere justificar su inevitabilidad al tiempo que inspirar miedo; guerra es una palabra muy dura de escuchar, sobre todo para muchas personas de edad para las que la guerra civil y la postguerra significó
muchos sufrimientos. Yo he hablado de “guerra contra la ciudadanía” además, porque en el gráfico de la OCDE sobre jóvenes que ni estudian ni trabajan, España presenta unos niveles muy altos, parecidos a los de Israel. Y si podemos considerar que Israel sí es una economía de guerra contra los palestinos -y contra el mundo, en general-, en el caso de España esta guerra sólo se explica si quien la padece es la ciudadanía, y en este caso, en especial, la población menor de 25 años.

La educación de nuestro país necesita cada vez más recursos y alcanzar cotas del PIB de otros países europeos, pero el Gobierno central y los autonómicos están aplicando recortes brutales. ¿A dónde nos van a llevar? ¿Podemos decir adiós no solo a la calidad, sino también a la equidad?

Ustedes viven día a día cómo se degrada el servicio público de enseñanza y aumentan las desigualdades entre el sistema público y el privado. Quisiera añadir que cuando escribí mi capítulo para el libro Reacciona, en invierno del 2011, se estaban escatimando los vasos de leche en las escuelas de primaria.
Ahora son las ayudas a los comedores escolares, la vuelta a las tarteras, la desnutrición en las aulas, las desigualdades básicas que condicionan el resto de la vida de los niños y las niñas y que ya empiezan en las escuelas e institutos. Y también el acceso a la enseñanza superior se ha convertido un bien al alcance de los estudiantes más ricos, o un crédito de por vida para los más pobres. Por ello quisiera resaltar que la tartera que voló por los cielos de Madrid es una metáfora excelente de la impotencia y humillación que crean esas desigualdades, y que por el bien de las generaciones más jóvenes y nuestro futuro como sociedad, debemos impedir.

¿Volvemos a un sistema educativo para ricos? ¿El PP aplica su máxima de que la educación no es un
derecho sino un privilegio?

Y no sólo la educación. También quieren que consideremos la sanidad, la vivienda, los servicios básicos, “privilegios” que nos concedieron graciosamente, cuando se trata de derechos que han costado muchas luchas y sufrimientos y que responden a necesidades básicas de la inmensa mayoría de la población.

Ha mencionado en su intervención en el Fórum las altas tasas de abandono escolar entre jóvenes de 15-24 años que no completan su formación (Bachillerato, Ciclo Medio FP…) ¿Cómo podemos superar estas tasas?

Sólo en otro modelo social, porque el capitalismo se agota y lo demuestra -volviendo a Fontana- con las nulas oportunidades que puede ofrecer a las generaciones más jóvenes. Sinceramente, no creo que haya posibilidad de resucitar las políticas de la socialdemocracia tradicional, entre otras cosas porque si funcionaron durante algunos años fue, por un lado, por la existencia de la Unión Soviética, y por otra, por un pacto con la democracia cristiana que hace años tiene otras prioridades… Sólo podremos ofrecer un mejor futuro a la juventud en una sociedad más justa, con mayor equidad, más consciente de que, con el modelo actual, nos estamos jugando el futuro de la Humanidad y del planeta.

Sobre el adelgazamiento del Estado, comenzaron privatizando empresas industriales, tanto gobiernos socialistas como conservadores, y ahora los conservadores han acabado haciéndolo con servicios esenciales, como educación, sanidad, etcétera… ¿Quieren que paguemos por todo? Usted incluso habla de piratería.

Y más. Escribí que en algunos casos deberían haber rendido cuentas ante los Tribunales por tratarse de fraude de ley. Los procesos de privatización empiezan con todo tipo de justificaciones creadas ex profeso, por ejemplo, para las empresas mineras, energéticas e industriales; siguen con los servicios financieros, de comunicaciones, transporte y el agua… y acaban con enseñanza, salud, y la amenaza sobre las pensiones públicas donde se pueda y las haya. De ese modo se acaba la convivencia, si es que alguna vez la hubo en la llamada “economía mixta”, entre un sector público más o menos subsidiario y un sector privado más o menos dominante. El sector privado parasita el público y lo debilita al máximo, abriendo también, en democracias de baja intensidad como la nuestra, las puertas a la corrupción. Y nos ha introducido en un paisaje surrealista, de construcciones imposibles a semejanza de Escher, para que sea imposible discernir los contornos reales y la magnitud de la estafa.

Citó el último libro de Stiglitz para hablar de la creciente acumulación de riqueza cada vez en manos de unos pocos: los inmensamente ricos, y los demás, cada vez más pobres. Alertando de esta tendencia Anne Huffington nos habla de una Norteamérica
tercermundista, ¿camina Europa en esa dirección?

Claramente camina -o nos quieren obligar a caminar- una parte de esta Europa: la que forman Portugal, Irlanda, Grecia, España… e incluso Italia. Los recortes ya se están empezando a aplicar en Francia, a pesar de que Hollande parece tener capacidad para redistribuir con algo más de equidad los costes… Por tanto, la desigualdad se va extendiendo hacia las regiones o naciones de la UE con mayores niveles de renta, y es comprensible que así sea porque éste es el espíritu, en el fondo, del Consenso de Bruselas.
Se trata de la versión europea del Consenso de Washington de los años 90, que implica privatizaciones, desaparición de los servicios públicos, mayores desigualdades económicas. Stiglitz, Sanders, Reich y muchos economistas de los Estados Unidos lo denuncian. Se trata, en definitiva, que el modelo carente de equidad de los Estados Unidos no pueda ser cuestionado y sea el hegemónico, sin competencias, en el “capitalismo realmente existente”.

Personas como Mayor Zaragoza proponen un gobierno mundial, una especie de ONU con competencias cedidas por los gobiernos para poder controlar los mercados que son globales. Hasta entonces ¿qué política deberían aplicar los Estados para salir de la crisis?

Comprenderán que si quisiera responder a esta pregunta necesitaría todo el espacio de la revista, y algo más. El capitalismo no tiene arreglo: si sale de esta crisis será para caer en otra peor. Pero, mientras tanto, hay que recuperar lo fundamental de las regulaciones del sector financiero y el instrumental keynesiano actualizado, priorizando la creación de empleo digno, el crédito accesible a las pymes, y dando un fuerte impulso a la inversión creadora lugares de trabajo en sectores no especulativos y “sostenibles”.
Mantenimiento de todos los servicios sociales y de la ayuda a la cooperación, y todo ello, con el compromiso de pagar salarios dignos, mejorar las relaciones laborales y con un enfoque responsable y absolutamente comprometido con el respeto por el medio ambiente. Por lo que a la UE se refiere, replantear sus Tratados vinculando y cohesionando al alza las políticas fiscales con la monetaria.
Abolir los absurdos tótems del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que ha supuesto desequilibrio y crisis, y priorizar una mejor distribución en todo el planeta antes que un crecimiento que sólo lleva al caos. Y, naturalmente, gravar y controlar todas las instituciones y productos que fomentan la especulación y desregulación, desde los que pueblan los mercados de futuros, hasta los diktats paranoides de las agencias de rating. Y me parece imprescindible recuperar e incorporar aquella parte del programa feminista que consiste en tener presente, en paralelo a la economía visible, las tareas imprescindibles para la vida que realizan en su mayor parte las mujeres, haciendo explícitos los juicios de valor y las repercusiones en términos de equidad de las políticas y medidas adoptadas para avanzar hacia una mayor igualdad de género y de clase.

 
 

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La muchacha del velo

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Pues ya son muchos los blogs de amigos y amigas que hablan del tema, y ya son algunos los comentarios que he hecho… Inés, Kabila, D. Ricardo, Viul y Antoine Martí, casi sin excepción, enfocan el problema, con mayor o menor acidez, desde el punto de vista ideológico-religioso. Seguramente algunas personas se sorprenderán de que haga un giro de 180 grados en mi enfoque, y me ponga del otro lado: el de la muchacha del velo, y desde un enfoque personal… Muchas veces sólo se pueden entender y abordar bien los grandes problemas si bajamos al nivel de lo cotidiano (por ejemplo, las mujeres economistas solemos explicar mejor la macroeconomía partiendo de sus consecuencias de género, clase, y también vida cotidiana en la microeconomía).

Un caso parecido al de Pozuelo sucedió en Girona hace unos tres años, y se resolvió aceptando que lo fundamental era la escolarización (en aquel caso, de una niña de 9 años que según su madre llevaba velo por presiones de su abuela). No sé si la niña en cuestión sigue asistiendo a clase con velo, pero francamente, lo dudo. En cualquier caso, he dicho ya en diversos comentarios que yo misma tuve serias dudas sobre cómo actuar si, cuando era profesora de la Facultad de Económicas en ejercicio, entraba en mi clase alguna estudiante universitaria con velo y la cara semi-tapada.

Creía entonces –y sigo opinando lo mismo– que una cosa es usar el velo en el seno de una sociedad donde es práctica común, y otra hacerlo en una sociedad donde su uso no es ni habitual ni pasa para nada desapercibido. Naturalmente, comparto que lo primero es el derecho a la enseñanza, pero mucho me temo que esta frase se queda muy por encima de las tensiones que puede esconder el uso del velo por parte de chicas jóvenes, y ni las desvela, ni ayuda a resolverlas. De hecho, esta práctica en nuestra sociedad puede ser un elemento que indique algunas anomalías de fondo que como ciudadanos y ciudadanas no deberían sernos indiferentes. Nunca expulsaría a nadie de ningún sitio por usar esta prenda, pero sí creo que sería obligado, tanto en clave pedagógica como incluso humana, hablar en un clima de mucha confianza con la joven que lo utiliza. Sé que no es fácil, pero debería crearse la empatía necesaria para saber hasta qué punto el uso del velo responde a su voluntad y valores (o incluso su capricho) o es la muestra visible de algún tipo de violencia cultural impuesta… y que puede esconder otras prácticas rotundamente condenables (mutilación genital, trabajo infantil clandestino, boda obligada, etc…). Y saben ustedes que no me invento nada.

En estos casos, como en muchos otros, pondría (y escucharía) a la persona por encima de las normas… No sé si en el caso de Pozuelo, pero sí les aseguro que en muchos barrios y ciudades descubriríamos que tenemos como sociedad mucha tarea de género que hacer, y con demasiada frecuencia… (e incluso urgencia). Y ésta es también tarea para las izquierdas, que no puede quedarse sólo con los principios ideológicos.

Bueno, alguno de ustedes ya me conocen… tantos años de profe, para bien o para mal, tenían que salir por algún lado, ¿verdad?

 
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Publicat per a 21 Abril 2010 in Ciutadania/Política, Gènere

 

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