Hace tiempo leí una frase que me impactó de la Conferencia de Mujeres de Pekín. Una delegada afirmó: “el muro de Berlín cayó sobre las mujeres”. De hecho, guardo las mayores discrepancias con el enunciado anterior sólo en el tiempo verbal. El muro, como metáfora del triunfo de un sistema que sólo crece en la desigualdad (y aún así, fallido) sobre otro sistema que no supo ser ni convencer, sigue cayendo sobre las mujeres y las personas más débiles de todas las sociedades occidentales con el robo de derechos laborales, las privatizaciones, los recortes en dependencia, sanidad, enseñanza, y los enormes pasos atrás que se dan en educación laica, libre y científica. Por tanto, creo que la frase sigue teniendo una gran vigencia aquí y ahora, y a la lógica indignación por unos retrocesos tan claros de género y de clase, se une (como una cantinela monocorde) la memez repetida en algunos medios estos días de que fueron los socialistas españoles del entorno de Felipe González los que “inventaron” el Estado del Bienestar. Sin negar su labor, lamento su poca capacidad para captar no sólo los matices, sino aceptar que su moneda tiene dos caras y la que quieren ocultar fundamenta ya los orígenes de la prostitución de la política para servir una economía que sólo beneficia a los menos, pero muy poderosos.
Y por ser la fecha que es, recurro a un artículo de Bruni de la Motte publicado en The Guardian el 8 de noviembre del 2009, para que las añoranzas del bienestar no se detengan sólo en lo que hizo una Europa en la que un compromiso ya roto entre democracia-cristiana y socialdemocracia quería poner límites (y hacer perder atractivo) a otra manera de entender la economía.
“El 9 de noviembre 1989, cuando cayó el muro de Berlín, me di cuenta de que pronto le seguiría la unificación alemana. Se produjo un año después, con el fin de la República Democrática Alemana (RDA), país en el que nací, creci, dí a luz a mis dos hijos, obtuve el doctorado y disfruté de un trabajo satisfactorio como profesora de literatura inglesa en la Universidad de Potsdam. Por supuesto, la unificación trajo consigo la libertad de viajar por el mundo y, para algunos, más riqueza material, pero también la desintegración social, el desempleo generalizado, las listas negras, un materialismo craso y más que la competitividad, una “sociedad de golpes de codo”, así como la demonización del país en el que vivía y ayudó a formarme. A pesar de las ventajas, para muchos era más un desastre que un evento la celebrada unificación.
Sólo dos ejemplos. Mi mejor amiga, profesora de idiomas extranjeros, perdió su trabajo y pasó a formar parte de la lista negra, ya que en el momento de la caída del muro estaba dando clases en la Facultad de Derecho. No era miembro del PDS, ni siquiera le interesaba la política. Después de la unificación, y con mucho esfuerzo, logró encontrar trabajo ayudando a los jóvenes excluidos de la escuela, pero sin contrato fijo y con un salario mucho más bajo. Mi hermano, que tiene un doctorado en filosofía de la ciencia, perdió su trabajo de investigación en la academia y desde entonces sólo ha podido encontrar empleos temporales, poco relacionados con lo que le interesa, y mal pagados .
No se ha difundido gran cosa de lo que sucedió a la economía de la RDA cuando cayó el muro. Una vez abierta la frontera, el gobierno decidió la creación de un fideicomiso para asegurar que “las empresas de propiedad pública” (que eran la mayoría) serían transferidos a la ciudadanía que habían creado la riqueza. Sin embargo, pocos meses antes de la unificación, el gobierno conservador entonces recién electo entregó la tutela a determinadas personas designadas desde el lado oeste que representaban a grandes intereses comerciales e industriales. La idea de los activos de “propiedad pública” que debían transferirse a los ciudadanos se abandonó en silencio, mientras se privatizaban a una velocidad vertiginosa. Más de 85% paso a manos de alemanes occidentales y muchos se cerraron poco después. En el campo, se vendieron más de 1,7 millones de hectáreas de tierras agrícolas y forestales, y el 80% de los trabajadores agrícolas perdieron su trabajo.
En julio de 1990, cuando todavía existía la RDA, se construyó a toda prisa una “unión monetaria” precipitada con el resultado de que la economía de la RDA se hundió en la bancarrota. Antes de la unificación del marco, la divisa de la Alemania Occidental valía 4,50 marcos de la RDA. Sin embargo, en la unión monetaria se fijó la paridad con un tipo de cambio de 1:1. El resultado fue que los productos de exportación de la RDA subieron de precio en un 450 % durante la noche y dejaron de ser competitivos. Como ressultado, el mercado de exportación (un 39 % de la economía de la RDA), se desplomó de manera inevitable.
Un gran número de trabajadores manuales perdieron sus puestos de trabajo, pero también lo hicieron miles de investigadores y académicos. Como resultado de la depuración de los centros universitarios, de investigación y científicos después de un proceso de investigación de antecedentes políticos, más de un millón de personas con grado superior perdieron sus puestos de trabajo. Representaba la mitad de todas las que habían alcanzado la mayor cualificación académica y cientídica, y con ello se creó en el este de Alemania el mayor porcentaje de desempleo profesional del mundo: todos los rectores y cargos académicos delas Universidades de la RDA y 75.000 profesores perdieron sus puestos de trabajo… y muchos de ellos pasaron a engrosar las listas negras. Este proceso contrastaba fuertemente con lo que ocurrido en la Alemania occidental después de la guerra, cuando los ex-nazis mo fueron tratados de esta manera.
En la RDA, todo el mundo tenía una seguridad jurídica garantizada sobre el disfrute y propiedad de los inmuebles en los que vivían. Después de la unificación, se atendieron las reclamaciones hechas por 2,2 millones de ciudadanos de fuera de la RDA que dejaron sin hogar a personas que habían estado viviendo en sus casas durante décadas: Varias se suicidaron antes de abandonar lo que para ellas era su hogar. Irónicamente, las reclamaciones de restitución a la inversa, de propiedades de los alemanes del este en el oeste, fueron rechazadas por presentarse “fuera de tiempo”.
Desde la desaparición de la RDA , muchos han llegado a reconocer y lamentar el desmantelamiento de los verdaderos “logros sociales” de que disfrutaban: igualdad social y de género, pleno empleo y la seguridad de que nada esencial para la existencia pordía faltarles; por ejemplo, alquileres subvencionados, transporte público, acceso casi ilimitado al mundo de la cultura y a las instalaciones deportivas. Por desgracia, el colapso de la RDA y del llamado “socialismo de Estado” se produjo poco antes que el colapso posterior del sistema de “libre mercado” en occidente.”
Video tomado del blog de mi amiga Rosa María Artal, la periodista entonces de Informe Semanal que pudo dar la primicia y a quien “le” abrieron el muro.