A veces Telecinco se convierte -seguramente muy a su pesar- en un medio amigo de la transformación social. Ayer mismo, sin ir más lejos, al poner de manifiesto el desencuentro total entre las necesidades reales, básicas, de las personas, y las políticas dictadas del Gobierno. En este proceso de destrucción democrática que vivimos -y no sólo en España- se declaran NO EXISTENTES las necesidades más dramáticas de la población. Así, como suena. Según algún tertuliano habitual de la casa (y no sólo) no hay hambre en España. Ni pobreza, claro. Ni mujeres maltratadas… La violencia de su negación y su falsedad la entiende perfectamente en Noruega una niña de 10 años y su abuela que ven un desahucio REAL en Madrid y no entienden cómo se puede permitir -en un Estado que se quiere civilizado- que queden a la calle tres niños (la mayor, de 4 años, y tres mujeres (la mayor, de 87 años). Decía la periodista noruega (esa sí, periodista de verdad) que filmó el reportaje: “parecía que con la actuación del desahucio estábamos contemplando el hundimiento del Estado del Bienestar (Llamazares hubiera dicho “medioestar”) de España….”
Esta reacción sana, de salud democrática, que tuvo lugar en Noruega, contrasta con la psicopatología que se está imponiendo en España. Como pueden leer en incluso en la wikipedia, los psicópatas ni empatizan con las demás personas -a las que tratan como objetos para conseguir sus objetivos- ni sienten remordimientos: “Los psicópatas tienden a crear códigos propios de comportamiento, por lo cual sólo sienten culpa al infringir sus propios reglamentos y no los códigos comunes”. Y ahí está la gran función manipuladora de los principales medios y que consiste en hacernos creer que los códigos neoliberales son los comunes (los “naturales”, los que espontáneamente elaboraríamos si fuésemos una sociedad más sana e igualitaria). Así, empatizar (y por tanto ACTUAR) para satisfacer las necesidades más urgentes de la población es lo demente.
No se reconocen las necesidades de las personas inmigrantes en situación irregular (que no “ilegales”) a la salud, ni el derecho a un trabajo que permita poder alimentarse a uno mismo y a su familia. Ni tener acceso a formación, ni a una vida social… La precariedad puede llegar a impedir incluso a tantos y tantos jóvenes y adolescentes, por ausencia de futuro mínimamente estable, tener relaciones afectivas significativas…. Y van más allá. Ya en 1985 nos explicaba Agnes Heller que la forma manipuladora más refinada del capitalismo podía consistir en reconocer las necesidades existentes, pero no permitir la producción de formas alternativas de vida. Con ello, sólo acaban por incrementar la neurosis y la violencia en la sociedad, pero son de hecho los dictadores sobre las necesidades los enfermos y los violentos.
Sánchez Gordillo, otro triunfador indiscutible de ayer en Telecinco, explicó esta inversión con palabras hace unas semanas, antes de que intentaran hacerlo ver con hechos en dos supermercados: “Los recortes (que significan pérdida de vivienda, de atención sanitaria, de servicios) consisten básicamente en que los ricos roban a los pobres”. Y ya entonces advirtió que, ante las medidas del Gobierno, hay que rebelarse “mejor” y “con más ganas”.
Sin embargo, lo que realmente provocó el brote psicótico del sistema fue que el excoordinador de Izquierda Unida y diputado en el Congreso, Gaspar Llamazares -hombre reconocidamente sensato, negociador y calmado donde los haya- defendiera públicamente a los jornaleros del SAT. Porque la derechona puede tolerar mínimamente a Sánchez Gordillo si es “la excentricidad”, el pañuelo palestino que se sale de la norma, o la “extralimitación” de unos valores y conducta que incluso deben criticarse en Izquierda Unida. Pero les da un ataque si Gaspar Llamazares les confiere credibilidad, y que también Gaspar Llamazares apunte con dedo no sólo acusador, sino desafiante, dónde están las verdaderas necesidades… Y argumente en un programa de máxima audiencia (por desgracia, pero simplemente porque se equivocaron quienes le convocaron) que los actos de desobediencia civil están justificados por la “pobreza severa” que se sufre en España en este momento de crisis. Y tenga razón.
Los tertulianos del sistema se esforzaron por demostrar que los ricos deben comportarse como psicópatas. No puede ser que una persona sin hipoteca, con un buen salario, sienta simpatía por los pobres. Ni siquiera les parece justo que sé de cuenta de que existen. Por eso valía todo: comparar más o menos sutilmente a Sánchez Gordillo con ETA y a Gaspar Llamazares con Bin Laden. Así de bajo, así de sucio. Entiendo el sarcasmo de un tuit que decía “Odio a Sánchez Gordillo por hacerme ver el Gran Debate”.
Sin nombrarla, la heroína que nos proponen si no estamos en la precariedad más absoluta, es la de la Fabra y su “que se joda” la clase obrera. Es de nuevo la algarabía de unos aplausos sin atisbo de ética y a destiempo cada vez que se propone una medida en el Parlamento que contribuye a hacer más pobres a los pobres, y da otra vuelta de tuerca a la explotación. Es esta sinrazón de cerrado y sacristía que lleva a las personas de bien -aunque sólo sea por pura necesidad de supervivencia física o ética- hasta la desobediencia civil y la rebeldía.
Es evidente que también la democracia española está muy enferma. No sólo porque la política (y los valores) están dominados por los psicópatas. También porque la gran mayoría de los medios de comunicación (que podrían ser un buen antídoto) no aciertan (no pueden acertar estando su propiedad en manos de quienes están) en esa función vital de informar -sin intentar al mismo tiempo desactivar el funcionamiento neuronal de los telespectadores. De momento, lo que pareció evidente es que lo que habían hecho los jornaleros del SAT, a cara descubierta, fue un acto de desobediencia civil que puso a prueba la calidad de un Estado democrático. Y las reacciones de los “bienpensantes”, de los políticos con poder y los voceros del sistema, demuestran que la calidad es ínfima.
Una anécdota para acabar que sería divertida si no denunciara, de forma esperpéntica, la calidad de la información a la que estamos expuestos: quería saber la presentadora de El Gran Debate si los jornaleros habían mirado las fechas de caducidad de los alimentos antes de ponerlos en los carritos…. Otro tuit brillante le sugería que les preguntara, además, si la leche se la habían llevado desnatada o entera.