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30 años sin Manuel Sacristán… (Y seguimos en el desasosiego)

imageAyer se cumplieron 30 años de la muerte de Manuel Sacristán Luzón, probablemente uno de los marxistas más importantes que hemos tenido en este país de países. En Diagonal podíamos leer de Francisco Fernández este texto y su necesario recuerdo:

“Apenas una semana después de su fallecimiento –el 6 de septiembre de 1985– habría cumplido 60 años. Sacristán no es, desde luego, un filósofo mediático dentro del pensamiento crítico; tampoco se suele mencionar en las facultades de Filosofía del país; incluso, dentro de los espacios en los que militó –pienso, sobre todo, en el PSUC, en el PC y, también, en CC OO–, la memoria de su figura resulta –digámoslo así– poco cómoda. En este sentido, quienes nos hemos encontrado con su obra le debemos mucho al incasable y minucioso trabajo de edición de Salvador López Arnal, que, desde hace años, busca, transcribe, ordena y publica todo lo que produjo en vida el autor de Introducción a la lógica y al análisis formal, uno de los primeros manuales de lógica que se publicaron en España.

Si hubiera que elegir entre todo ese material un solo documento para empezar a conocer a Sacristán, creo que sería De la Primavera de Praga al marxismo ecologista. Precisamente, al final de la introducción del libro los editores explican cuál es el principal propósito de esa publicación: “Aproximar al pensamiento de Sacristán a quienes hasta ahora no han tenido la oportunidad de leer sus obras”. Ese volumen, editado e introducido por el propio López Arnal y por Francisco Fernández Buey, recopila todas las entrevistas –pocas– que concedió Sacristán, y ofrece una imagen donde se aprecian todas las aristas del introductor de Gramsci en España: su trabajo como traductor, profesor, militante, ensayista, prologuista…

Esas entrevistas, además, recogen dos etapas de la vida de Manuel Sacristán que son un buen lugar desde el que pensar y elaborar –sin beatería y sin filisteísmo– práctica política concreta. Esas etapas irían, la primera, desde finales de la década de los 60 y, la segunda, desde finales de los 70 hasta su muerte. Creo que durante ese periodo su autocrítica y práctica política consiguen enhebrar pasado y futuro para las generaciones que hemos nacido en un mundo postrevolucionario. Respecto al pasado, la situación de la década de los 70 Sacristán la vive como una doble derrota: ético-política, por un lado, y profesional, por otro; lo sabemos por un texto del propio Sacristán. La invasión o intervención –según prefiramos– de Checoslovaquia en 1968, la autocrítica al socialismo leninista y, especialmente, la consciencia de la pérdida de esperanza de las y los de abajo desembocaron en una depresión severa. A esta situación también contribuyeron las malas circunstancias profesionales que vivió desde 1956, año en que regresa a España para militar en el PSUC –después de rechazar una plaza como profesor de Lógica en la Universidad de Münster–. La evaluación que hacía Sacristán de ese época era ésta: “Si se tiene en cuenta que en los dos campos, el científico y el de la gestión [eufemismo que utiliza Sacristán para referirse a su actividad política], la situación es de ‘derrota’, no parece que haya de ir a buscar muy lejos la explicación de la situación presente. Importa que me aclare en qué consiste esa ‘derrota’”.

Respecto al futuro, a finales de la década 1970 –después de una autocrítica radical del socialismo “realmente existente”–, Sacristán realiza una reformulación del proyecto emancipatorio a partir de los “nuevos problemas sociales”: el feminismo, el ecologismo, el pacifismo y el antimilitarismo. La revista Mientras Tanto es la cristalización teórica de ese replanteamiento “sacristanesco”. El nombre de la revista es un homenaje a Giulia Adinolfi, a quien únicamente se suele recordar como la compañera de Manuel Sacristán. Sin embargo, ella fue la fundadora principal de Mientras Tanto y una de las feministas más importantes del siglo XX que hemos tenido en la península.

Uno de los objetivos de Mientras Tanto era, según proponía el propio Sacristán en la primera carta de la redacción, “dejar sosegada la casa de la izquierda (o sea, evitar el sectarismo) y poner el acento en el análisis de lo social, no en las controversias restringidamente políticas”. El autor de El orden y el tiempo, en una de sus últimas conferencias, “Sobre la tradición marxista y los nuevos problemas”, señalaba que el denominador común –o, dicho en terminología gramsciana, el centro de anudamiento– de todos esos nuevos problemas era “la transformación de la vida cotidiana y de la consciencia de la vida cotidiana”. ¿Qué sujeto político podría efectuar tal transformación, tal “cambio”? Sacristán nos dejó esta respuesta: “Un sujeto que no sea ni opresor de la mujer, ni violento culturalmente, ni destructor de la naturaleza, no nos engañemos, es un individuo que tiene que haber sufrido un cambio importante. Si les parece para llamarles la atención, aunque sea un poco provocador, tiene que ser un individuo que haya experimentado lo que en las tradiciones religiosas se llamaba una conversión”.

Manuel Sacristán fue un marxista excéntrico por una infrecuente combinación –como recordaba Francisco Fernández Buey– entre un fuerte compromiso ético-político y un espíritu metodológico antiideológico; por su forma abierta y autocrítica a la hora de estudiar la tradición marxista; por la vena libertaria de su marxismo. Y de esta manera lo expresó: “No se debe ser marxista; lo único que tiene interés es decidir si se mueve uno o no dentro de una tradición que intente avanzar por la cresta entre el valle del deseo y el de la realidad, en busca de un mar en el que ambos confluyan”.”

 
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Publicat per a 28 Agost 2015 in Persones a recordar

 

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Mi entrada del 2010: Manuel Sacristán Luzon

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El último post del 2010 es la traducción al castellano de una entrada publicada en catalán en octubre, cuando se celebraron en la Universidad unas Jornadas de homenaje a la obra de Manuel Sacristán Luzón. Esta fue mi aportación, ahora traducida:
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Conmemoramos los 25 años de la muerte de Manuel Sacristán con unas jornadas que me han pedido que sirvan sobre todo para hacer análisis y difusión de su obra, en un intento de hacer presente el método, el pensamiento y las aportaciones del profesor y me atrevería a decir que también amigo Manuel Sacristán a la metodología de las ciencias sociales. La obra que con acierto han elegido desde la AEP (organización a la que por cierto agradezco que me haya llamado para formar parte de esta mesa) para que sirva de punto de partida es el Studium Generale. Y la verdad es que también tengo que agradecer que por este motivo releyera este trabajo que tan sugerente sigue siendo a pesar del tiempo transcurrido.

Quizá valdría la pena precisamente empezar por poner un marco histórico al Studium Generale. Está firmado en el año 1963-han pasado por tanto 47 años – en unas coordinadas nacionales e internacionales muy diferentes. Acabábamos de vivir lo que se conoció como “la crisis de los misiles de Cuba” con el alivio de haber comprobado que la guerra nuclear -a pesar de la carrera de armamentos que había empezado de forma amenazadora- no era tan fácil de desencadenar. Seguramente aún estaba vivo el Presidente Kennedy (su asesinato se produjo en noviembre del 63) mientras en España comenzaba la etapa “desarrollista”, pasado lo peor del Plan de Estabilización de 1959 que había dado alas al franquismo a costa de convertirnos a nosotros, los entonces súbditos de este país, en los inmigrantes de Europa.

No habían fracasado todavía –como después lo hicieron de manera definitiva– un determinado modelo de comunismo y de socialdemocracia. Podíamos fácilmente saber si en lo que se conocía como Europa occidental un gobierno era de derechas o de izquierdas según antepusiera en sus prioridades en política económica el pleno empleo o la inflación. Tampoco había llegado el año 68, y por lo tanto, tampoco se divisaban las grandes crisis de la historia de la segunda mitad del siglo XX:, ni por lo que Manuel Sacristán se refiere, tampoco él parecía prever las grandes crisis personales relacionadas con su compromiso político de un lustro después. Recuerdo haberle oído más de una vez que la invasión de los tanques de la Unión Soviética en Praga, le “costó un riñón” en sentido literal, comenzando una precarización de su salud que acabó con su vida aún en plena madurez , cuando seguramente le quedaban tantas cosas por hacer y por decir y seguramente muchas aún por matizar.

Cuando hacía 25 años de su muerte estábamos preparando la Huelga General del 29/S en toda España, y hoy, que se celebra este acto, coincide con una de las muchas movilizaciones en Francia para echar atrás los planes Sarkozy contra las conquistas obreras en Francia, en especial, para alargar la edad de jubilación hasta los 62 años. Y esto parece especialmente oportuno ya que hablamos de un texto de Sacristán, el Studium Generale, en el que se habla de la división del trabajo, de la especialización de los trabajos y en la que se busca, de alguna manera, la emancipación los trabajos y librarse de una irracionalidad que se nos impone, como se dice en el mismo texto, con violencia, y de forma cuestionable y coactiva: una especialización que puede ser traumática, desde las Facultades hacia las personas.

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Sacristan escribió el Studium Generalecuando aún se estudiaba filosofía, de forma generalizada, en el Bachillerato, y en la Universidad la carrera de Filosofía y Letras gozaba de prestigio. Junto con la Filosofía, también la Historia ocupaba un lugar mucho más determinante en la escala de valoración de los conocimientos. … ahora tenemos que lamentar lo contrario: tanto la filosofía como la historia son las grandes marginadas de las enseñanzas superiores, con la repercusión que esto tiene en nuestra manera de entender y explicar el mundo. Esto también significa que el paso del tiempo ha ayudado a que dos de los peligros que Sacristan ya denuncia en su Studium Generale hayan agudizado con mucha fuerza: Por un lado, el peligro de la generalización, de aquellos que hablan un poco de aunque no son responsables ni asumen la veracidad de lo que dicen y afirman, y por otro lado el peligro de la superespecialización. Sacristan habla en un determinado momento con extrañeza de que conoce alguien que está absolutamente apasionado por el derecho hipotecario… pero es que ahora es mucho peor. Ahora tenemos gente que está absolutamente cautivada por las ligerísimas oscilaciones de décimas de punto en la cotización de determinados valores o divisas… y a esas variaciones marginales le dedican todas sus horas de vigilia.

Todo el Studium Generale es además un intento que ya viene de los clásicos de valoración de la división del trabajo y de las consecuencias que ello tiene. Y aquí sí que me permito introducir porque ya han pasado 47 años desde que se escribió el texto – y porque el feminismo ha introducido fuerza elaboración y un discurso potente y coherente al respecto – algunas valoraciones con las que creo que la Giulia Adinolfi podría estar bastante de acuerdo, y que incluso con el mismo Sacristán podríamos iniciar una dialéctica de aproximación de un interés indudable. Lo haré siguiendo un texto que incluso es anterior al de Sacristan y que ya podríamos considerar también como un clásico, La condición humana, de Hanna Arendt (1958), donde se habla también de la división de los trabajos, pero no se limita sólo a la división entre trabajo y especialización del Studium Generale de Sacristan (especialización que quizá podríamos asimilar a lo que en Arendt se encontraría entre la parte superior de la categoría Trabajo y bordearía la Acción) sino añadiendo en ella, además, lo que la pensadora nos define como “Labor”.

Porque en definitiva la especialización, tal como nos la presenta Sacristán, significa en sus propias palabras, “privar de cultura a la gente común”. Si retomamos el hilo explicativo que nos viene también de la lectura que el feminismo ha hecho de La condición humana, las que han sido más privadas de cultura, más abandonadas y marginadas e incluso culpabilizadas socialmente si pretendían acceder a la cultura, han sido las mujeres porque la realización social de la labor ha estado marcada por un fuerte sesgo de género, y porque la Labor responde en buena medida al proceso biológico del cuerpo humano al asegurar –y eso es lo importante a pesar de que no se le reconozca su valor– la supervivencia individual y la vida de la especie. Si nos adentramos ahora en el desarrollo de la idea de Labor por nuestra cuenta nos daremos cuenta fácilmente que para su realización no se necesitan demasiados conocimientos. Y sobre todo, que queda prácticamente excluido el “conocimiento” en singular. Sin ningún atisbo de menosprecio, podríamos añadir que buena parte de la ejecución de la labor se realiza por instinto y un cierto adiestramiento-que incluso ni siempre es necesario, pero que en cualquier caso las propias mujeres nos vamos transmitiendo casi sin darnos cuenta, las unas a las otras, porque en la sociedad en la que vivimos y en la que es una realidad innegable la división del trabajo según el género, las labores, en el sentido de la Arendt, quedan bajo la responsabilidad de las mujeres que también asumen responsabilidades familiares amplias.

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El pensamiento reaccionario que tanto combatió Sacristan en otros terrenos al margen del feminismo (no hay que olvidar que quien introdujo y defender este tema en la vida de Manuel Sacristán fue Giulia Adinolfi, de una manera muy especial en los últimos años de su vida) nos dirá que esta es la división de funciones “natural”, y por lo tanto, la que corresponde … ya que el gran conjunto de actividades que forman la Labor en el sentido de lo que nos habla el Arend en La Condición Humana –pero también Sacristan en el Studium Generale cuando habla de las personas encargadas de las tareas de limpieza– están confinadas a los “no-emancipados” y sobre todo, a las “no emancipadas”. Estas tareas han sido confinadas a las personas que tratan de las condiciones básicas que hacen posible la supervivencia, el cuidado y la salud de una determinada comunidad.

Esta reclusión en el reducto de la labor de muchísimas mujeres en todo el mundo tiene consecuencias mucho más perniciosas de lo que puede parecer a primera vista -aunque nos duela la mirada si contemplamos la falta de equidad que representa. Porque, de hecho, si las personas encargadas de estas tareas no necesitan conocimientos en plural ni especialización técnica de la que nos habla Sacristan al hablar de la Universidad (ya hemos mencionado antes que basaba un mínimo instinto y un cierto adiestramiento) tampoco acceden al mundo del conocimiento en singular, y por tanto será difícil que puedan elaborar una perspectiva de su propio sometimiento, y un concepto y método (entendido más que nunca como camino) para su propia emancipación.

La mejor manera de que la sociedad se asegure de que alguien toma en exclusiva estas tareas repetitivas, monótonas, fugaces de forma continuada, es consiguiendo que las personas que las realizan asuman que la emancipación es cosa reservada “a los demás”. Que la emancipación es un concepto ajeno a su realidad o incluso, si entramos en valoraciones morales (lo que Manolo Sacristán decía que no le gustaba hacer, pero que de hecho es preciso en ocasiones como la que nos ocupa) a la emancipación de las personas ligadas a las labores se la hace sospechosa y culpabiliza de muchos males personales y sociales. Si estos conceptos los llevamos ahora a la realidad de lo que está sucediendo estos días en Francia o en casa, en Barcelona mismo el día de la Huelga General, podemos constatar que determinadas acciones emancipadoras pueden acabar siendo culpabilizadas con el peor anatema de nuestros días, que es calificarlas de antisistema y vistas como el peor de los males sociales cuando de hecho el peor de los males es el propio sistema (la irracionalidad de la que nos habla el Studium Generale).

Un argumento más para reforzar el concepto es que la labor es una responsabilidad invasora: ocupa todo el tiempo, o lo que es lo mismo, toda la vida. No hay jubilación para la labor. Ni los 60 años, como se defiende en Francia, ni a los 62, como se quiere imponer a Francia, ni los 67, como nos acaban de imponer aquí. En la mayoría de casos no hay festivos ni vacaciones … Y en la medida que son labores dirigidas al bienestar de los demás implican mucho más que una división desigual del trabajo o la pesada responsabilidad de asumir una falsa autonomía de los otros a costa de la propia: implican, de hecho, una donación total del yo que difícilmente (sólo mediante sobredosis casi letales de sublimación religiosa o mística) podríamos relacionar con la propia realización de la persona, su enriquecimiento y aún menos su emancipación.

Si ahora dejamos la categoría “labor” que creo ha quedado suficientemente definida, y nos adentramos en la de “trabajo”, seguramente podríamos encontrar en nuestra sociedad de forma mayoritaria una categoría intermedia entre los trabajos manuales y algunos trabajos y servicios más especializados tal como se definen el Studium Generale, entraríamos, siguiendo a Arendt en una actividad que corresponde a lo que no es natural de la existencia de la persona, pero que le da en el tiempo una cierta permanencia y durabilidad. Nos permite entrar con más facilidad, desde la actividad realizada, en el mundo de la autoestima por el reconocimiento social que, en grados diferentes, se le reconoce. Pero no para todas las personas en igualdad de condiciones. Ahora que nos encontramos finalmente con un conocimiento más valorado porque está sometido a este reino de la irracionalidad del que nos habla Manuel Sacristán – a las leyes del mercado– en el mundo del trabajo remunerado vemos -si no aceptamos la ceguera ante las desigualdades como forma de vida- importantes diferencias por motivos de género. No sólo encontramos todavía un acceso diferenciado a determinadas profesiones, sino barreras en el tránsito entre labor y trabajo, y ya en el trabajo, en el acceso a las categorías laborales superiores (lo que se conoce también como “techo de cristal”) .

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En cualquier caso querría decir, para ir enlazando con el Studium Generale, que el trabajo se ha convertido en “otra realidad” de nuestra vida, provocando una división importante en la continuidad de nuestras horas de vigilia: irónicamente, por dar relieve social al tiempo en el que vendemos nuestra fuerza de trabajo, se desvaloriza y fagocita el tiempo que compartimos en nuestras amistades, los seres que amamos, o el tiempo que deberíamos tener de ocio, o perdido-ganado en actividades de cultura, o en el sindicato, o participando activa y críticamente en política …. Recuerden que el Studium Generale comienza con unos estudiantes de Derecho que confiesan que les gusta la música, el montañismo, y el cine y le preguntan al Sacristán cómo pueden abarcarlo todo porque se dan cuenta ¡en segundo de carrera y en el año 63! que no pueden compaginar sus estudios de Derecho con sus aspiraciones y sus afectos.

Por tanto, en estos últimos tiempos en los que el acceso al trabajo se ha convertido en un campo de batalla, de competencia entre seres humanos, y con la irracionalidad con la que habla Sacristan, además, se nos presenta de forma absurda como un bien escaso, no sólo hay que acumular muchos méritos para acceder a un puesto de trabajo medianamente digno (másters, doctorados, especializaciones) sino hacer también donación de todo el tiempo de vida. Y pienso entonces que uno de los grandes fracasos que como sociedad tenemos – y que a Sacristan le deprimiría de verdad, en el sentido fuerte de las depresiones que él sufrió- ante la irracional realidad de que un 40% de muchachos y muchachas no puedan acceder a un puesto de trabajo con ciertas garantías de dignidad y continuidad, ni por tanto alcanzar ninguna posibilidad de autonomía económica.

Dejaré aquí las consideraciones sobre el trabajo y pasaré finalmente a lo que Hanna Arendt nos presenta como acción. La acción que nos cuenta la Arendt queda reservada a unos poco, a una “élite” — aunque a Manuel Sacristán no le gustaba esta palabra – que administra y controla el conocimiento superior y las posibilidades de emancipación. Una élite liberada de las labores y los trabajos, que parece no tener necesidades. Dice Sacristan en el Studium que las necesidades de las personas que se dedican a la investigación son las necesidades de la propia investigación … seguramente aquí tendríamos mucho que discutir si hoy Manolo estuviera en esta aula, con nosotros, y siguiera diciendo lo mismo … Porque también los investigadores y las personas que forman las élites tienen otras necesidades, sólo que las cubren las personas (las mujeres) encargadas de las labores. Una élite no sin necesidades -como se nos quiere hacer creer- sino con las necesidades cubiertas por otras personas a su servicio: las no emancipadas, las excluidas, en muchos casos mujeres invisibles y ahora, en nuestros tiempos, muchas personas inmigradas y por lo tanto, doblemente invisibles. Una élite que puede disfrutar de una manera de exclusiva de los conocimientos a partir de graduar las gotas de conocimiento que concede a los demás, y que se considera “emancipada” a cambio de no permitir la emancipación de la mayoría. Y los afortunados hombres en sentido literal -porque son casi todos del sexo masculino- que monopolizan el pensamiento oficial (un pensamiento único) no sólo la escriben a su imagen, sino que “hacen” la historia: pero es, como no puede ser de otra manera, la historia de la desigualdad.

Giulia Adinolfi
La pregunta que ahora nos podríamos hacer – y que ojalá estuvieran aquí Giulia Adinolfi y Manuel Sacristán para ayudarnos en encontrar la respuesta – es bien sencilla. La pregunta sería si se puede hacer acción política para la felicidad de las personas, para cubrir las necesidades de las personas, si se ha vivido y se vive en un mundo donde las necesidades parecen ausentes, donde las labores y las personas que las realizan son invisibles, donde los trabajos y los servicios más pesados son cosa “de otros”, ahora también de las personas inmigrantes e invisibles a la hora de reconocer sus derechos.

La respuesta que primero se me ocurre es que desde el privilegio es del todo imposible escribir nunca la historia emancipadora: sólo se puede ir repitiendo, con escasas variantes, la historia de la desigualdad, la irracionalidad y la barbarie de nuestros tiempos.

Y ante esta respuesta que pretende ser mi puesta al día de las cuestiones que se planteaba Manolo Sacristán en el Studium Generale, me remito a las respuestas que nos dio Sacristan. Él procuró la solución intentando salir (más bien escapar a ratos) de esta especialización e ir hacia las personas apartadas del mundo de los conocimientos reconocidos. Y así, entre otros afortunados y afortunadas, tuve el privilegio de acompañarlo en la escuela de adultos de Can Serra, de L’Hospitalet, donde daba clases para personas adultas en el final del franquismo, o pudimos contribuir a fundar con Giulia y él las CC.OO de enseñanza. Pero sobre todo lo que entendimos es que a pesar de las limitaciones personales o de salud que se podían sufrir en un momento u otro, siempre valía la pena superar los problemas personales y tenía sentido intentar dejar un mundo mejor para “los que han de venir”.

dia-sacristan.jpgY ya que estamos en la Facultad de Económicas, quisiera terminar con una reflexión personal sobre las limitaciones y carencias que la economía tenía para Sacristan en los últimos años de su vida. Creo que la incorporación que intentó hacer en los últimos años del feminismo y de la ecología nos enseña a ver, junto a la explotación de los seres humanos –la explotación de clase– los límites a nuestra manera de entender la producción, la distribución, el consumo … y la propia vida. Debemos respetar y atender las necesidades, pero sobre todo entre todas y todos tenemos que encontrar la manera de atender las necesidades de supervivencia y emancipación sin desvincularlas de las de la tierra y la naturaleza, sin separarlas de las luchas de las mujeres y su propio proceso de empoderamiento, ni de la necesaria emancipación de las personas más explotadas de este mundo globalizado, que cada día que pasa son más y más, con menos recursos y menores capacidades de supervivencia. Muchas gracias.

Àngels Martínez i Castells
Barcelona, a 19 de octubre de 2010

Bibliografía mínima:
Arednt, H., (1958) La condición humana, Paidos. Barcelona.
Sacristan, M., (1963) Studium Generale
Martínez Castells, A., (2005) “Treballs, coneixements, emancipació i gènere”, en Martínez Castells, Digón i Juberías (eds.) Ciutadania i participació política, Fundación Pere Ardiaca, Barcelona.

(Agradezco de manera muy especial a Vera Sacristán que me haya permitido publicar las fotografías de su madre, Giulia Adinolfi).

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Publicat per a 31 Desembre 2010 in Gènere, Igualtat, Persones a recordar

 

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Sobre el llegat de Manuel Sacristan

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Commemorem els 25 anys de la mort de Manuel Sacristan amb unes jornades que m’han demanat que serveixin sobre tot per fer anàlisi i difusió de la seva obra, en un intent de fer present el mètode, el pensament i les aportacions del professor i m’atreviria a dir que també amic Manuel Sacristan a la metodologia de les ciències socials. L’obra que amb encert han triat des de l’AEP (organització a la que per cert agraeixo que m’hagi cridat per formar part d’aquesta taula) perquè serveixi de punt de partida és l’Studium Generale. I la veritat és que també haig d’agrair que per quest motiu rellegís aquest treball que tant suggeridor continua sent malgrat el temps que ha passat.

Potser valdria la pena precisament començar per posar un marc històric a l’Studium Generale. Està signat l’any 1963 –han passat per tant 47 anys– en unes coordinades nacionals i internacionals prou diferents. Acabàvem de viure el que es va conèixer com “la crisi dels míssils de Cuba” amb l’alleugeriment d’haver comprovat que la guerra nuclear –tot i la cursa d’armaments que començava amb embranzida—no era tant fàcil de desencadenar. Segurament encara era viu el President Kennedy (el seu assassinat es va produir el novembre del 63) mentre a Espanya començava l’etapa “desarrollista”, passat el pitjor del Pla d’Estabilització de 1959 que havia donat ales al franquisme a costa de convertir-nos a nosaltres, aleshores súbdits d’aquest país, en els immigrants d’Europa.

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No havien fracassat encara, com desprès ho varen fer de manera definitiva, un determinat model de comunisme i un determinat model de socialdemocràcia. Podíem fàcilment saber si al que es coneixia com l’Europa occidental un govern era de dretes o d’esquerres segons que posés les seves prioritats en política econòmica en aconseguir la plena ocupació o combatre la inflació. Tampoc havia arribat l’any 68, i per tant, tampoc s’albiraven les grans crisis de la història de la segona meitat del segle XX:, ni pel que fa a Manuel Sacristan tampoc devia preveure les grans crisis personals relacionades amb el seu compromís polític. Recordo haver-li sentit més d’una vegada que la invasió dels tancs de la Unió Soviètica a Praga li va “costar un ronyó” en sentit literal, començant una precarització de la seva salut que va acabar amb la seva vida encara en plena maduresa, quan segurament li quedaven tantes coses per fer i per dir i segurament moltes encara per matisar.

Quan feia 25 anys de la seva mort estàvem preparant la Vaga General del 29/S a tota Espanya, i avui, que es celebra aquest acte, coincideix amb una de les moltes mobilitzacions a França per tirar enrere els plans Sarkozy contra les conquestes obreres a França, en especial, per allargar l’edat de jubilació fins als 62 anys. I això sembla especialment oportú ja que parlem d’un text de Sacristan, l’Studium Generale, on es parla de la divisió del treball, de l’especialització dels treballs i en el que es cerca, d’alguna manera, l’emancipació dels treballs i deslliurar-se d’una irracionalitat que se’ns imposa, com es diu en el mateix text, amb violència, i de forma qüestionable i coactiva, una especialització que pot ser força traumàtica des de les Facultats cap a les persones.

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Sacristan va escriure l’Studium Generale quan encara s’estudiava filosofia, de forma generalitzada, en el Batxillerat, i a la Universitat la carrera de Filosofia i Lletres gaudia de força prestigi. Juntament amb la Filosofia, també la Història ocupava un lloc molt més determinant en l’escala de valoració dels coneixements. … ara hem de lamentar el contrari: tant la filosofia com la història són les grans marginades dels ensenyaments superiors, amb la repercussió que això té en la nostra manera d’entendre i explicar el món. Això vol dir també que el pas del temps ha ajudat a que dos dels perills que Sacristan ja denuncia a l’Studium Generale s’hagin aguditzat amb molta força: Per una banda, el perill de la generalització, d’aquells que parlen una mica de tot i no són responsables ni assumeixen la veracitat del que diuen i afirmen, i per altra banda el perill de la superespecialització. Sacristan parla en un determinat moment a l’Studium Generale de que hi ha qui pot estar absolutament apassionat pel dret hipotecari, però és que ara és molt pitjor. Ara tenim gent que està absolutament captivada per les lleugeríssimes oscil•lacions de dècimes de punt en la cotització de determinats valors o divises, i d’això en fa pràcticament la seva vida.

Tot l’Studium Generale és a més un intent que ja ve dels clàssics de valoració de la divisió del treball i de les conseqüències que això té. I aquí sí que em permeto introduir –perquè ja han passat 47 anys des de que es va escriure el text – i perquè el feminisme ha introduït força elaboració i un discurs potent i coherent al respecte– algunes valoracions amb les que crec que la Giulia Adinolfi hi podria estar força d’acord, i que fins i tot amb el mateix Sacristan podríem encetar una dialèctica d’aproximació d’un interès indubtable. Ho faré seguint un text que fins i tot és anterior al de Sacristan i que ja podríem considerar també com un clàssic, La condició humana, de Hanna Arendt (1958), on es parla també de la divisió dels treballs, però no es limita sols a la divisió entre treball i especialització de la que ens parla l’Studium Generale de Sacristan (i que potser podríem assimilar al que en l’ Arendt caldria situar en la part superior de la categoria Treball, i entraria en l’Acció) sinó afegint-hi, a més, el que la pensadora ens defineix com “Labor”.

Perquè en definitiva l’especialització, tal com ens la presenta Sacristán, significa en les seves pròpies paraules, “privar de cultura a la gent comú” , i de fet, si reprenem el fil explicatiu que ens ve també de la lectura que el feminisme ha fet de La condició humana, les que han estat més privades de cultura, més abandonades i marginades i fins i tot culpabilitzades socialment si pretenien accedir a la cultura, han estat les dones perquè la realització social de la labor ha estat marcada per un fort biaix de gènere, i perquè la Labor respon en bona mesura al procés biològic del cos humà i assegura, en definitiva, la supervivència individual i la vida de l’espècie. Si ens endinsem ara en el desenvolupament de la idea de labor pel nostre compte ens adonarem fàcilment que per a la seva realització no calen massa coneixements. I sobre tot, que queda pràcticament exclòs el “coneixement” en singular. Sense donar-hi cap sentit de menyspreu, podríem afegir que bona part de l’execució de la labor es realitza amb instint i un cert ensinistrament –que fins i tot ni sempre és necessari, però que en qualsevol cas les pròpies dones ens anem transmitent les unes a les altres, perquè en la societat en la que vivim en la que és una realitat innegable la divisió del treball segons el gènere, les labors , en el sentit de l’Arendt, queden sota la responsabilitat de les dones que també assumeixen responsabilitats familiars amples.

Giulia Adinolfi

El pensament reaccionari que tant va combatre Sacristan en altres terrenys al marge del feminisme (no s’ha d’oblidar que qui va introduir i defensar aquest tema a la vida de Manuel Sacristan va ser Giulia Adinolfi, i d’una manera molt especial en els darrers anys de la seva vida) ens dirà que aquesta és la divisió de funcions “natural”, i per tant, la que pertoca… ja que el gran conjunt d’activitats que formen la Labor en el sentit del que ens parla l’Arend a la Condició Humana, però també Sacristan a l’Studium Generale quan parla de les persones encarregades de les tasques de neteja (es menciona en concret la recollida d’escombraries) estan confinades als “no-emancipats” i sobre tot, a les “no emancipades”. Aquestes tasques han estat confinades a les persones que tracten de les condicions bàsiques que fan possible la supervivència, la cura i la salut d’una determinada comunitat.

Aquesta reclusió en el reducte de la labor de moltíssimes dones a tot el món té conseqüències força més pernicioses del que pot semblar a primera vista –tot i que la manca d’equitat que representa, segurament, ens fa a totes i a tots mal als ulls si hi detenim la mirada. Perquè, de fet, si a les persones encarregades d’aquestes tasques no els calen coneixements en plural ni especialització tècnica com ens parla Sacristan (ja hem parlat abans d’un mínim instint i un cert ensinistrament) tampoc cal que accedeixin al món del coneixement en singular, i per tant serà difícil que puguin elaborar una perspectiva del seu propi sotmetiment, i un concepte i mètode (entès més que mai com a camí) de la pròpia emancipació. La millor manera que es realitzin i s’assegurin les tasques repetitives, monòtones, fugaces, de la labor de forma continuada és aconseguint que les persones que se n’encarreguen assumeixin que l’emancipació està reservada “als altres”. Que l’emancipació és un concepte aliè a la seva realitat o fins i tot, si entrem en valoracions morals (cosa que Manolo Sacristan deia que no li agradava de fer, però que de fet també feia, i que val la pena fer en certes ocasions com la que ens ocupa)l’emancipació de les persones lligades a les labors, és sospitosa de molts de mals personals i socials, i no pot acabar sent mai una bona cosa. Si aquests conceptes els portem ara a la realitat del que està succeint aquests dies a França o a casa nostra, a Barcelona mateix el dia de la Vaga General, podem constatar que determinades accions emancipadores poden acabar sent culpabilitzades amb el pitjor anatema dels nostres dies, que és qualificar-les d’antisistema i vistes com el pitjors dels mals socials quan de fet el pitjor dels mals és de fet el propi sistema (la irracionalitat de la que ens parla l’Studium Generale).

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Un argument més per reforçar el concepte és que la labor és una responsabilitat invasora: ocupa tot el temps, o el que és el mateix, tota la vida. No hi ha jubilació per a la labor. Ni als 60 anys, com es defensa a França, ni als 62, com es vol imposar a França, ni als 67, com ens acaben d’imposar aquí. En la majoria de casos no hi ha festius ni vacances… I en la mesura que són labors dirigides al benestar dels altres impliquen molt més que una divisió desigual del treball o la feixuga responsabilitat d’assumir una falsa autonomia dels altres a costa de la pròpia: impliquen, de fet, una donació total del jo que difícilment (sols mitjançant sobredosis gairebé letals de sublimació religiosa o mística) podríem relacionar amb la pròpia realització de la persona, el seu enriquiment i encara menys la seva emancipació.

Si ara deixem la categoria “labor” que crec ha quedat prou definida, i ens endinsem en la de “treball”, segurament podríem trobar a la nostra societat de forma majoritària una categoria intermèdia entre els treballs manuals i alguns treballs i serveis més especialitzats tal com es defineixen a l’Studium Generale, entraríem, seguint a Arendt en una activitat que correspon al que no és natural de l’existència de la persona, però que li dóna en el temps una certa permanència i durabilitat. Ens permet entrar amb més facilitat des de l’activitat realitzada, en el món de l’autoestima pel reconeixement social que, en graus diferents, se li dóna. Però no per a totes les persones en igualtat de condicions. Ara que ens trobem finalment amb un coneixement més valorat perquè està sotmès en aquest regne de la irracionalitat de la que ens parla Manuel Sacristan –a les lleis del mercat—en el món del treball remunerat hi veiem –si no acceptem la ceguesa davant les desigualtats com a forma de vida– importants diferències per motius de gènere. No sols trobem encara un accés diferenciat a determinades professions, sinó barreres en el trànsit entre labor i treball, i ja en el treball, en l’accés a les categories laborals superiors (el que es coneix també com a “sostre de vidre”).

En qualsevol cas voldria dir, per anar enllaçant amb l’Studium Generale, que el treball s’ha convertit en una “altra realitat” de la nostra vida , provocant una divisió important en la continuïtat de les nostres hores de vigília: irònicament, per donar relleu social al temps en el que venem la nostra força de treball, es desvaloritza i fagocita el temps que compartim en les nostres amistats, els éssers que estimem, o el temps que hauríem de tenir de lleure, o per la cultura, o el sindicat, o participar activament en política…. Recordeu que l’Studium Generale comença amb uns estudiants de Dret que confessen que els hi agrada la música, el muntanyisme, i el cinema i li pregunten al Sacristan com ho han de fer perquè s’adonen, a segon de carrera ien el any 63! que no poden compaginar els seus estudis de Dret amb les seves aspiracions i les seves estimacions.

Per tant, en aquests darrers temps en els que l’accés al treball s’ha convertir en un camp de batalla, de competència entre éssers humans i amb la irracionalitat amb la que parla Sacristan, a més, se’ns presenta de forma absurda com un bé escàs, no sols cal fer molts de mèrits per tenir un lloc de treball mitjanament digne (màsters, especialitzacions) sinó donació del temps de vida. I penso a més que un dels grans fracassos que com a societat tenim –i que a Sacristan el deprimiria de veritat, en el sentit fort de les depressions que ell va sofrir a la seva vida—davant la irracional realitat de que un 40% dels nostres joves i noies no poden accedir a un lloc de treball amb unes certes garanties de dignitat i continuïtat, ni per tant cap possibilitat d’autonomia econòmica.

Deixaré aquí les consideracions sobre el treball i passaré finalment al que Hanna Arendt ens presenta com acció. L’acció que ens explica l’Arendt queda reservada a uns poc, a una “elit” —encara que al Manuel Sacristan no li agradava aquesta paraula– que administra i controla el coneixement superior i les possibilitats d’emancipació. Una elit deslliurada de les labors i dels treballs, que sembla no tenir necessitats. Diu Sacristan a l’Studium que les necessitats de les persones que es dediquen a la investigació són les necessitats de la pròpia investigació… segurament aquí tindríem molt per discutir si avui en Manolo estigués aquí amb nosaltres i seguís dient el mateix … Perquè també els investigadors i les persones que formen les elits tenen altres necessitats, sols que les cobreixen les persones (les dones) encarregades de les labors. Una elit no sense necessitats, doncs –com se’ns vol fer creure—sinó amb les necessitats cobertes per altres persones al seu servei: les no emancipades, les excloses, en molts casos dones invisibles i ara, en els nostres temps, per persones immigrades i per tant, doblement invisibles. Una elit que pot gaudir d’una manera d’exclusiva dels coneixements a partir de graduar les gotes de coneixement que concedeix als altres, i que es pot considerada “emancipada” a canvi de no permetre l’emancipació de la majoria. I els afortunats homes en sentit literal –perquè són gairebé tots del sexe masculí—són els que monopolitzen el pensament oficial (un pensament únic) i no sols escriuen sinó que fan la història: però és, com no pot ser de cap altra manera, la història de la desigualtat.
sacristan-5.jpgLa pregunta que ara ens podríem fer –i que tant debò estiguessin aquí la Giulia Adinolfi i en Manuel Sacristan per ajudar-nos en trobar la resposta– és ben senzilla però segur que les respostes ens interessarien força. La pregunta seria si es pot fet acció política per a la felicitat de les persones, per a cobrir les necessitats de les persones, si s’ha viscut i es viu en un món on les necessitats en semblen absents, on les labors i les persones que les realitzen són invisibles, on els treballs i els serveis més pesants són cosa “dels altres”, ara també de les persones immigrants i invisibles a l’hora de reconèixer els seus drets. La resposta que primer se m’acut és que des del privilegi és del tot impossible escriure mai la història emancipadora: sols es pot anar repetint, amb escasses variants, la història de la desigualtat, la irracionalitat i la barbàrie dels nostres temps.

I davant d’aquesta resposta que pretén ser una posada al dia de les qüestions que es plantejava Manolo Sacristan a l’Studium Generale, em remeteixo a les respostes que ens va donar Sacristan. Ell va procurar la solució intentant sortir (més aviat escapar-se a estones) d’aquesta especialització i anar cap a les persones apartades del món dels coneixements reconeguts. I així, entre altres afortunats i afortunades, vaig tenir el privilegi d’acompanyar-lo a l’escola d’adults de Can Serra, de l’Hospitalet, on donava classes per persones adultes al final del franquisme, o varem poder contribuir a fundar amb la Giulia i ell les CC.OO de l’ensenyament. Però sobre tot el que vàrem entendre és que malgrat les limitacions personals o de salut que es podien patir en un moment o altre, sempre valia la pena superar els problemes personals i tenia sentit intentar deixar un món millor per “als que han de venir”.

dia-sacristan.jpgI ja que estem a la Facultat d’Econòmiques, voldria acabar amb una reflexió personal sobre les limitacions i mancances que l’economia tenia per Sacristan en els darrers anys de la seva vida. Crec que la incorporació que va intentar fer als darrers anys del feminisme i de l’ecologia ens ha de fer posar al costat de l’explotació dels éssers humans, de l’explotació de classe, els límits a la nostra manera d’entendre la producció, la distribució, el consum … i la vida. Hem de respectar i atendre les necessitats, però sobre tot entre totes i tots hem de trobar la manera d’atendre les necessitats de supervivència i emancipació sense desvincular-les de la terra i la natura, sense separar-les de les lluites de les dones i el seu propi procés d’empoderament, ni de la necessària emancipació de les persones més explotades d’aquest món globalitzat, que cada dia que passa són més i més, amb menys recursos i capacitats de supervivència. Moltes gràcies.

Àngels Martínez i Castells
Barcelona, a 19 d’octubre del 2010

Bibliografía mínima:
Arednt, H., (1958) La Condición Humana, Paidos. Barcelona.
Sacristan, M., (1963) Studium Generale
http://www.aep.cat/sacristan/wp-content/uploads/2010/10/quadern2.pdf
Martínez Castells, A., (2005) “Treballs,coneixement, emancipació i gènere”, a Martínez Castells, Digón i Juberías (eds.) Ciutadania I participació política, Fundació Pere Ardiaca, Barcelona.

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(Agraeixo de manera molt especial a Vera Sacristan que m’hagi permès publicar les fotografies de la seva mare, Giulia Adinolfi).

 

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