Esta Diada me quedé en casa, no formé parte de ninguna justa, impresionante y plurireivindicativa ola sonora, pero sin ninguna duda acerca del derecho de la ciudadanía de Catalunya a decidir. Una convicción que tiene raíces políticas y sociales profundas pero crece en la superficie por el asco (no es aversión, es mucho más) que inspira la propuesta (?) de Estado de un PP sin ninguna credibilidad, con un pie permanentemente en el ridículo y el otro, por imputado de corrupción y más, en los Juzgados. Nada prometedor ni ilusionante puede venir de la Cospedal, ni de Wert, ni de González y Lasquetty, pero mucho menos de Esperanza y Soraya…. y nadie puede creerse tampoco ninguna de las promesas (si las hubiera) que puedan surgir de las “conversaciones secretas” de Rajoy y Mas: ninguno de los dos inspira la más mínima confianza.
La prepotencia de los grandes bonzos de la política centralista viene de antiguo. La han ido desplegando desde la chanza sin gracia del socialista Alfonso Guerra de “pasarle el cepillo” al Estatut hasta que no lo reconociera ni su madre, y siguió, con todos los agravantes, por la recogida de firmas en su contra del PP, y los recursos anticonstitucionales y la bravuconada de far west de “castellanización” de los niños catalanes. Lo último, la farsa de la Sánchez Camacho que “no podía salir de casa” el 11 de setiembre pero se marcó un mini miting en el que, naturalmente, el PPC siguió demostrando que no quiere entender nada.
Pero además, el enojo crece al sentirme instrumentalizada e indebidamente contada en ese falaz argumento de la mayoría silente utilizado por los personajes más nefastos de la historia (Nixon, Spínola, conspicuos representantes del franquismo sociológico y de las derechas recalcitrantes de todo el mundo). Lo único cierto es que la cuenta de expropiación les sale gratis (¡si no tienen ningún respeto por los bienes y servicios públicos, como no van a apropiarse con todo descaro de la opinión de las personas!). Por eso me parece oportuno y necesario protestar. A mí que no me utilicen para unos intereses que me producen arcadas, ni me hagan cómplice de su cerrazón, su dejadez y su incompetencia.
Me gusta lo que escribe al respecto Hugo Martínez Abarca porque une la retórica de la Santamaría contra el derecho a decidir con el cinismo de Lasquetty en la privatización de la sanidad más vergonzante de los anales de los saqueos. Dice:
Soraya Sáenz de Santamaría, “acostumbrada a que la minoría ruidosa defienda sus indefendibles posiciones decidió que ella era capaz de interpretar a todas las personas que en Cataluña no habían participado en la cadena humana del 11 de septiembre: todas por la unidad de España. Aprovechando el tirón, ayer mismo, el consejero madrileño para la privatización de la sanidad, Lasquetty, atacó a los jueces que están paralizando el saqueo sanitario y entre sus argumentos aseguró que la mayoría de los madrileños está a favor de la privatización. Resulta curioso que ambos, Soraya Sáenz de Santamaría y Javier Fernández Lasquetty, están respondiendo esgrimiendo que la mayoría está en realidad con ellos a quienes les piden una consulta popular para que hablen todos en igualdad: los silenciosos y los ruidosos. Precisamente quienes no tenemos quien incremente el ruido de nuestras reivindicaciones, quienes carecemos de grandes medios de comuniación somos quienes estamos continuamente pidiendo referendos que permitan saber sin distorsiones qué opina el pueblo, que en democracia es quien manda. En los dos casos en los que Soraya y Lasquetty se arrogan la mayoría se niegan a convocar el referendo que piden sus contrarios: en Cataluña por la independencia, en Madrid por la Sanidad. Son muchos los referendos que se han pedido: en la propia Cataluña mucha gente está reivindicando que la autodeterminación no sólo es territorial, sino que el pueblo también tiene derecho a gobernar su economía, por ejemplo, sin recortes impuestos por poderosos propios o ajenos. En el conjunto de España se ha pedido que se vote la reforma laboral, el rescate bancario o incluso que pueda haber un referendo revocatorio del gobierno, como permiten constituciones democráticamente más avanzadas como las de la América Latina bolivariana. La respuesta es negativa, siempre. Soraya apela a la mayoría silenciosa no en su condición de mayoría sino por su virtud de ser silenciosa, como la Cenicienta del cuento de Ana Botella.”
Pues como en los malos slogans publicitarios, el CALLAR se va a ACABAR cada vez que utilicen nuestro nombre en vano… que tienen la lengua tan larga como cortas las entendederas.
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Ver también en InfoLibre: Mayorías silenciosas, espirales de silencio y silenciosas reuniones.
Y se suma Rosa María Artal con Un paseo para charlar con la mayoría silenciosa.
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