
Josep Martí, Angels Martínez Castells, Núria Carrera, Marga García, Pati Llimona 17/7/2012/ Foto: Zé Moreira
Una síntesis de mi intervención en la charla organizada por la Comissió de Salut del Col·legi Oficial de Treball Social de Catalunya:
Agradezco la oportunidad que me brinda la Escola de Treball Social para hablar del VALOR y los valores de la salud, cuando se está produciendo una ofensiva letal contra la ética, la ciencia y la humanidad. Podamos comprobar cómo de la embestida de las fuerzas más irracionales no se libran las ciencias de la salud: están sufriendo un duro proceso colonización, invadidas y parasitadas por la peor de las versiones de la economía. Aquella economía que –parafraseando a José Luis Sampedro– se dedica a que los ricos sean más ricos en lugar de que los pobres sean menos pobres.
Todo este proceso que estamos viviendo día a día, golpe a golpe, nos nos da tiempo a reflexionar. Si lo hiciéramos, quizá sería más fuerte la sensación de que repetimos, con torpeza, la experiencia Argentina de los 90, y el drama-fraude de Grecia más reciente, y la voladura (espero que incontrolada, como lo fue de Islandia) de Portugal, y ahora de España…. Esta crisis-estafa que se repite tiene su propia versión en las ciencias sociales y de la salud, con su desballestamiento moral y ético.
Necesitamos recuperar con urgencia un punto sólido de orientación y apoyo, y este debería ser el de los valores, rescatando la realidad y lo que nos importa del lenguaje falaz y frívolo de los impostores. Sólo como ejemplo de lo que no debe ser, recuerdo el manejo del valor en boca de la llamada ministra Ana Mato que nos recomendaba “poner en valor lo que tiene mucho valor, porque no hay cosa que tenga más valor que una medicina que cura enfermedades…”. Esta ministra, la misma que habla desenfadadamente de “los parados sin prestación parlamentaria” y explica que “los pensionistas que no pagan nada son todos aquellos que no tienen derecho a prestación por desempleo” nunca entenderá que lo que tiene valor, en salud, son las políticas que pueden evitar que los medicamentos sean necesarios. Pero naturalmente, a los laboratorios farmacéuticos no les conviene, y Ana Mato no se entera.
En cualquier caso, desde los tiempos de la Grecia estoica sabemos que existen múltiples definiciones de VALOR, aunque les propongo que lo relacionemos con LA VIDA SOCIAL. Eso significa conectar los VALORES con las necesidades, intereses y derechos de la persona.
Sin embargo, en las ciencias económicas dominantes se ha producido el efecto contrario. Se ha expulsado a los VALORES en un largo proceso que se inicia queriendo asimilar la economía a las ciencias físico-químicas: la formalitzación de su lenguaje ha querido extirpar cualquier juicio de valor. Y ahora, con buques insigna en forma de Altas Escuelas de Negocios como Esade, se procede a la des-humanización de las ciencias de la salud en un proceso de asimilación económica en su peor vertiente: inoculando grandes dosis de economicismo, mercantilismo, competencia y búsqueda de beneficios privados en un campo que sólo puede cumplir su función desde lo público.
El procedimiento en economía y salud, aunque tienen lugar en tiempos diferentes, es similar: se debilitan o extirpan sus lazos con la población (que les dieron origen y sentido) y se barre todo vestigio visible de acción política (entendida como acción consciente y colectiva que busca el bien común. Decía Manuel Sacristán que la política sin ética sólo era politiquería). Así, en economía, el funcionamiento de los mercados y de los procesos de producción, distribución y consumo parecerán responder a un automatismo en el que no se debe intervenir (a pesar de sus letales fracasos) siempre y cuando la privatización, las concesiones o los contratos aseguren pingües beneficios privados con dinero público. Si con estas orientaciones interesadas se logra finalmente que los servicios de salud dejen de valorarse como derecho y se acepten como mercancía, se habrá cerrado el círculo consiguiendo el más pernicioso de sus efectos.
Por otra parte, y de modo análogo a la negación de los juicios de valor, se hizo desaparecer de la economía convencional toda la fase de “reproducción” y “cuidados” que la economía clásica sí reconocía. Con la invisibilidad de los trabajos y actividades de cuidados y reproducción, la economía neoclásica pudo desentenderse de un problema especialmente ingrato para sus postulados individualistas: el del trabajo necesario pero ni mercantil ni socialmente reconocido, realizado mayoritariamente por mujeres, que hace posible que la vida (y la rueda económica) siga girando en el lado oscuro.
La economía “científica” del siglo XX (esa que tenemos y que no tiene ninguna validez), desplazó a la población y a sus necesidades del centro de sus políticas, y engendró el “homo economicus” en el papel central que jugaba la población. Este nuevo Frankestein de los “think tanks” neoliberales, sin historia ni lazos personales, sólamente utiliza el mercado para la satisfacción de sus necesidades, y cuando actúa de votante (que no de ciudadano), prefiere un Estado lo más reducido posible para pagar menos impuestos.
El “homo economicus” no sabe lo que es la solidaridad, ni le preocupa el medio ambiente ni las repercusiones sociales de sus actos. Encarna la deshumanización necesaria para que el pensamiento único de la teoría económica se acompañe de la “única” política económica posible (en estos momentos, la de la falsa “austeridad”) y el “único” procedimiento adecuado para la formación de dichas políticas (una supuesta representación parlamentaria que hace aguas por todos sus poros mientras la troika y los lobbies económicos dictan las leyes).
Pero la realidad es muy tozuda, y cuando las personas llegaron a converse que podían sobrevivir (que no convivir) bajo la horma de “homo economicus”, su desvarío les enferma. La alienación del engendro provoca, en especial en tiempos de crisis, problemas de salud mental. La creciente desigualdad que el modelo estimula hace rebrotar enfermedades que se creían erradicadas, e incluso surgen nuevas enfermedades (que en algunos casos ni siquiera se reconocen como tales) por los efectos más indeseados de un progreso anti-humano.
El experimento amenaza con fracasar de forma estrepitosa porque el “homo economicus”, cuando se quiere encarnado en un ser vivo, se desquicia y enferma… Pero en la lógica de la avaricia siempre surge una solución más perversa: y así, la propuesta consiste en convertir las ciencias de la salud en una fase más de la robótica y la ingeniería financiera. Los grandes hospitales, supertecnificados y a poder ser privatizados, son grandes consumidores de los presupuestos de la sanidad pública…. Y muchos otros hospitales conceertados, como se viene demostrando, esconden casi tanta corrupción como servicio público.
Por tanto, parece tarea urgente que se rescaten y custodien para las ciencias de la salud unos valores que pongan la equidad en primer término, y la ética y la vocación de servicio como normas insalvables. Tampoco es tan difícil porque en muchos casos las normas se poponen con carácter internacional y han sido aprobadas en diferentes organismos y asambleas mundiales. Por ejemplo, la declaración de Ginebra o el Código Internacional de Ética Médica, el Código Internacional de las Enfermeras, los Principios de Ética Médica aplicables a personal de la salud en la protección de personas presas, detenidas, contra la tortura y otros tratos o penas crueles inhumanas o denigrantes, el Código Internacional de Ética de la Investigación (Código de Nurenberg), la Declaración de Helsinki (I y II) y las Normas Internacionales para las investigaciones biomédicas con animales.
Paralelamente, las Conferencias y Declaraciones que tratan de la salud a nivel mundial dan también luz sobre los valores que convendría no olvidar. Por ejemplo, desde Dempeus per la Salut Pública sentimos especial predilección por la declaración de la salud de los pueblos de Bangladesh del año 2000, que afirma que:
“La salud es un tema social, económico, político y sobre todo es un tema de derecho humano fundamental”
Y con esta cita llego a un punto en el que quería incidir de manera especial: La defensa de los derechos (humanos y de ciudadanía) es también un VALOR. . Y es difícil aceptar esta afirmación sin sentirse interpelados para actuar, cuando nos están dando el cambiazo de un sistema de salud universal que satisfacía con bastante buen nivel las necesidades de sanidad personales y sociales, por un sistema propio del franquismo, que vincula de nuevo la atención sanitaria pública con el trabajo asalariado, convirtiendo los derechos de ciudadanía (con un grave sesgo de género) en recurso a la beneficiencia. El paradigma insolidario de la economía ha llegado a la salud a través de una normativa laboral que es otra auténtica estafa.
¿Cuáles podrían ser las principales propuestas de programa y de actuación que, en estos momentos, se han convertido también líneas de resistencia?
1) Habría que insistir en la desmercantilización de la salud pública y de la atención sanitaria, en una ofensiva lo más amplia posible contra el neoliberalismo de las políticas de salud y en la sanidad, denunciando además el papel determinante del complejo industrial biomédico-farmacéutico. El sistema sanitario puede ser público, pretendidamente mixto, o privado, pero la salud como tal, siempre es pública.
2) Desbiomedicamentalizar la salud proponiendo avances en la educación, la prevención y la atención de la salud a través de una integración entre lo biológico, lo psicológico y lo social e integrar la atención sanitaria dentro de la salud pública haciendo un énfasis especial en la prevención primaria de la enfermedad y la promoción de la salud. Poner especial atención a las desigualdades causadas por los determinantes de salud y potenciar la equidad en salud porque ello supone también potenciar una sociedad de personas más iguales, en una sociedad más justa.
3) Democratizar la salud pública y la atención sanitaria con la participación activa, cotidiana y constante de la población.
4) Ante unas leyes destructoras de civilización, entender el derecho a desobedecer, a la insumisión, como un valor imprescindible para la defensa de los derechos humanos y de ciudadanía.. Los ejemplos de lo que propongo son múltiples: desde los encierros en los CAP en Catalunya hasta los encierros de los mineros en las cuencas amenazadas. Desde la negativa al pago del euro por medicamento hasta las diversas acciones de la Iniciativa Penal Popular. Desde la insumisión de los médicos de atención primaria a no obedecer el Real Decreto Ley del 20 de abril del 2012 y seguir atendiendo la población inmigrante, hasta las concentraciones contra los desahucios de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
Es fundamental que las personas, solas o en grupo, aprendamos a decir que no a las leyes injustas. Ayer mismo nos recordaba Juan Torres que la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su Preámbulo, proclama que el pueblo tiene el “supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. Y yo diría que también por su supervivencia, y por la posibilidad de recuperar el ejercicio de la solidaridad que nos dignifica como seres humanos. Y sólo doy algunos datos, recogidos en distintos medios, de cómo la población (este término que quieren ignorar de la política, la economía y las ciencias de la salud) sufre con su salud y su vida este tremendo proceso de des-humanización que nos envuelve:
– La tasa de mortalidad se ha incrementado en Portugal en un 20% desde que empezaron las políticas de ajuste.
– Entre los años 2009 y 2010, en España hay 1,1 millones más de personas pobres, decreciendo ya la esperanza de vida entre las personas con menores recirsos.
– En Catalunya, en el año 2011 el número de suicidios aumentó en un 9%, y el de intentos de suicidio en un 20%. En Grecia y los Países Bálticos los incrementos son aún mayores.
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