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Miquel Caminal, Mena, Garzón y el malestar de la democracia española

09 febr.

En la sala de actos de CC.OO en Via Laietana se celebró el pasado martes un acto de apoyo al juez Baltasar Garzón en el que participaron el ex-fiscal José Maria Mena, la periodista Montserrat Armengou y el profesor de Derecho Constitucional y director hasta hace pocos meses del Memorial Democràtic, Miquel Caminal. No fue un acto de palabras blandas ni contemporizaciones. Aquí les reproduzco algunos extractos de las intervenciones del ex fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), José María Mena, que no dudó en calificar al recientemente desaparecido Manuel Fraga como “verdugo de Grimau” y “asesino de Vitoria”. Y siguió opinando: “Fraga, dicen ellos, llevó a los franquistas, más o menos resignados, a convivir con la democracia, y era su mérito. Yo más bien creo que llevó la democracia a convivir con el franquismo aún no derrotado”.

Miquel Caminal ​desgranó, un magnífico discurso del que recojo la parte final:

“No puede haber reconciliación democrática sin memoria democrática. Podemos, y creo que debemos, defender una democracia abierta a todos, incluidos los recién llegados y a los que hasta ayer se alineaban con el autoritarismo. Pero en ningún caso podemos aceptar el accidentalismo político en la historia, ayer dictadura hoy democracia y mañana quien sabe. Tampoco podemos tolerar que se confundan hechos con opiniones. El hecho es que fue la derecha la que conspiró desde el primer día contra la Segunda República, el hecho es que fue Franco y los generales fascistas los que se sublevaron contra la República y provocaron el horror de la guerra civil, el hecho es que Franco, Hitler y Mussolini, es decir el fascismo internacional, ganaron por las armas e impusieron un régimen de terror y de exterminio, con una planificada persecución contra todos los republicanos. Esto son hechos, no opiniones subjetivas. Y no puede haber justicia sin la necesaria explicación de la verdad, la reparación moral y material y el reconocimiento para todas las personas que sufrieron injusticia y represión.

También se desnaturaliza la democracia cuando se impone desde el poder una determinada memoria histórica. Es el caso, por ejemplo, del enfoque patriótico de algunos memoriales, en forma de pueblo escogido, por lo que tiene de manipulación histórica por parte del poder, por lo que tiene de utilización de las víctimas del pasado a los intereses de la política del presente. Tampoco comparto una concepción de la memoria encadenada siempre al discurso negativo, porque hace el juego a aquellos que la quieren disecar, petrificar. Un ejemplo gráfico de este sesgo es la decisión de enviar la sede del Memorial Democrático al Castillo de Montjuïc. Esta localización es perfecta para identificar la imagen negativa de la memoria. Un castillo-fortaleza que mira al mar pero dispara contra la ciudad, que reúne una historia de terror y represión vigilante sobre Barcelona. Con el historial que acumula sería mejor destruirlo que no convertirlo en la sede del Memorial Democrático, con cínico oportunismo. Evidentemente, es un espacio desgraciadamente muy importante de nuestra memoria colectiva, que debe ser conocido y explicado de una manera muy diferente a la imagen turística que se le ha dado hasta hoy. Otra cosa son el monumento de Tortosa, incomprensiblemente aún no retirado, de apología bélica a los combatientes de la Batalla del Ebro, o el faraónico Valle de los Caídos. En este caso, lo recomendable es dejar que la naturaleza proceda a su metamorfosis, porque todas las falsas soluciones que se han ido dando forman parte de un juego de disparates. La memoria democrática sólo tiene un deber insoslayable en este punto: el apoyo a la voluntad de los familiares de los republicanos allí enterrados forzadamente.

cartells d'Antoni Tàpies

El discurso de la memoria democrática debe ser crítico y positivo si queremos promover una sólida cultura democrática como garantía de futuro. Debe ser crítico hacia un pasado con la voluntad de afrontar las injusticias y las violaciones de los derechos humanos, sean cuales sean los responsables. En este sentido, todas las dictaduras son condenables y perderíamos la razón democrática si aceptáramos excepciones, ni que fuera una sola. De igual manera, hay que denunciar todos los crímenes contra víctimas inocentes, sea cual sea la justificación ideológica que les ha amparado. Una de las características del juez Garzón es que se ha metido en campos ideológicamente minados, lo que le ha comportado desencuentros que no tienen justificación. La violencia y el terrorismo son siempre incompatibles con la democracia. La denuncia y reparación de las injusticias son condición necesaria para construir un futuro de paz y libertad. Al mismo tiempo también, se deben tener presentes las conquistas democráticas del pasado, como referentes en la lucha colectiva para avanzar hacia sociedades más libres y solidarias. En este punto, es necesario rendir homenaje a Antoni Tàpies y a su compromiso antifranquista, con motivo de su muerte.

En verdad, y gracias a Baltasar Garzón, estamos hablando no ya de memoria democrática sino de justicia y calidad democrática. En pleno proceso de degradación de las democracias europeas, y de la nuestra en particular, no podemos aceptar que el esfuerzo hecho en los últimos años para recuperar la memoria democrática sea anulado y combatido por los gobiernos conservadores de Catalunya y España. Cuando Baltasar Garzón afirma en la película-documental de Isabel Coixet que corrupción y democracia son incompatibles, o proclama ante el tribunal que “la única razón de Estado es la razón democrática de los ciudadanos”, está yendo al núcleo de lo que sostiene la verdad democrática. No hay justicia que prevalezca sobre la democracia. La justicia se inscribe dentro -y no al margen o por encima- del estado social y democrático de Derecho. Desde este postulado, el Tribunal Supremo no puede dar la espalda a los crímenes cometidos bajo el régimen totalitario anterior. Por tanto, no es legítima una justicia que antepone la continuidad del ordenamiento jurídico estatal a la razón democrática”. (…)

La periodista Montserrat Armengou, pidió también la “absolución de Garzón”.

 
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Publicat per a 9 febrer 2012 in Memoria Historica

 

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